La primera población
española en tierra nueva fue levantada con los restos de una nave hundida,
estuvo habitada por treinta y nueve hombres y tuvo un alguacil de Córdoba. El
viernes 4 de enero de 1493 Cristóbal Colón abandonó las costas recién
descubiertas para comunicar a sus majestades los reyes católicos sus
descubrimientos. Se llamaba Fuerte de Navidad, en honor al día en que fue
levantado, la Navidad de 1492, fue construido con los restos de la Santa María,
encallada frente a las costas de Haití. Los taínos contemplaron atónitos
acercarse esas monstruosas naves de madera y cómo una de ellas varaba cerca de
tierra. Inocentes de lo que les esperaba, ayudaron a los náufragos, trasladaron
la carga a la orilla, lo salvable al otro monstruo, la Niña, y edificaron con
las maderas y los cañones un precario fuerte.
Al
frente del asentamiento, Diego de Arana, un cordobés que algo debió de
agradecer a su prima los amores que mantenía con el capitán de la expedición,
Colón, y el hijo que le había dado, Hernando. Diego recibió la orden de
mantener el fuerte junto a Guacanagarí, un cacique local que les ayudó con mano
de obra y alimentos. Los españoles, sin embargo, aplastados por el sol del
trópico, rematadamente lejos de sus hogares, no pudieron resistirse a los
encantos de la isla: muchachas medio desnudas con argollas de oro en narices y
orejas. Oro, mujeres y treinta y nueve hombres con una abstinencia sexual de
meses. Los españoles no sólo raptaban a las muchachas y robaban el oro sino que
se peleaban entre ellos por el botín. El grupo acabó por separarse y
veintinueve españoles vagaron por la región buscando más mujeres y más oro. Diego
de Arana y nueve incondicionales mantuvieron el tipo en el fuerte aunque por
poco tiempo.
Un mal
día, el cacique Caonabo, que no era taíno sino caribe, antropófagos temidos por
sus vecinos, aburrido de que aquellos barbudos les chulearan, lanzó un ataque
feroz y los mató a todos. Insatisfecho aún, acudió al fuerte Navidad y prendió
fuego a la empalizada, con tan mala suerte que los españoles que quedaban
huyeron hacia el mar y murieron ahogados. Colón regresó, como había prometido,
pero lo hizo un mes tarde. Diego de Arana y los otros treinta y ocho primeros
habitantes españoles de América eran ya historia.
Bibliografía
Colón,
Cristóbal Relaciones de viajes
Colón,
Hernando Historia del Almirante
Nueva lista documentada de los
tripulantes de Colón en 1492, Alice Bache Gould, Real Academia de la Historia, Madrid, 1984.
Beatriz Enríquez de Harana y
Cristóbal Colón, José de la Torre y el Cerro, Compañía Iberoamericana de
Publicaciones S.A. Editorial Maxtor, Valladolid, 2006.
José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com
losmundosdehachero@gmail.com
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