Viene de aquí: Viaje a Georgia: la Tbilisi del gaditano Juan Van Halen (I)
Dice Van Halen que Tbilisi está atravesada por el río
Kur, que corre entre rocas escarpadas, y que 'la moderna ciudad se extiende
sobre las alturas de la derecha de este río, siguiendo a la antigua, edificada
en forma de anfiteatro a la falda de una colina donde se eleva un antiguo
castillo'. Ya en aquella época la policía trataba de derribar las casas viejas para
igualarlas a las modernas, y pienso en una vecina del casco histórico desesperada
porque su casa se cae a trozos que me llama en italiano para que cuente en
España lo que está viviendo... Decía Van Halen que la mayor parte de las casas
no tenían más cimientos que la roca viva, sobre la que estaban edificadas. Unas
rocas que el gobierno ruso aprovechó cuando derribaron la fortaleza de la
ciudad pero de la que dejaron los calabozos con los reos dentro: Juan Van Halen
sufrió al encontrar alojados a lo que le pareció más bien anacoretas que
presos, tan abandonados le parecieron.
De las georgianas dice que son hermosas según las
provincias, y que cuanto más al Cáucaso, mayor es la belleza de sus
moradoras... Mingrelianas, circasianas y chechenas se llevan el galardón máximo
del cañailla... Claro que también observa que son muy raras las mujeres
públicas, y que el adulterio tampoco se estila demasiado, aunque los padres
están dispuestos a vender a sus hijas por cualquier cantidad de dinero. Y si no
las venden, las casan por conveniencia y los novios no llegan a verse hasta el
final de la boda, cuando los padrinos levantan el velo de la novia y, dice Van
Halen, superada la primera sorpresa, 'se abrazan los novios y empiezan las
pasiones donde acaba la etiqueta..'
En la Georgia de 1819 habitaban el país, según Van
Halen, 420.000 cristianos y 320.000 musulmanes, el comercio estaba en manos de
los armenios ('tan inclinados a la avaricia y a los cálculos mercantiles, que
se dejarían matar por no perder una onza de algodón...'). De los tártaros dice
que su corpulencia es notable, tienen ojos negros, tez color cobre y semblante
ceñudo, 'generalmente son valientes sin fanfarronada, laboriosos y
hospitalarios, apasionados por la guerra, a la par que inútiles para combatir
en regla...'. Sobre los georgianos, que son muy válidos para las guerras en
Asia, morenos y de ojos negros, aire presuntuoso y fiero, capaces de grandes
sacrificios pero una vez resentidos: falsos y taimados.
De los circasianos dice que son capaces de cambiar a
'los muchachos de tierna edad y sobre todo a las mujeres' a los turcos a cambio
de armas para luchar contra los rusos. De los circasianos dice también que
cuando llegaban a edad avanzada, 'eligen el rincón más oscuro y retirado de la
casa, donde aguardan meses a la muerte con la más estoica tranquilidad',
mientras los familiares se reparten sus posesiones.
De los chechenos el gaditano admira también su
ferocidad contra el poder extranjero y las deudas de sangre con las que
solucionan sus cuitas. 'No hay ejemplo de haber visto desarmado nunca a ningún
tchetchenski: mueren o se dan la muerte, jamás, ni aún para dormir, se
desprenden de su horrible y ancho puñal...'. Un arma terrible que, según Van
Halen, empozoñan con veneno que mata enemigos hasta que lo vuelven contra sí
mismos para evitar caer en manos hostiles.
Iglesia de la Virgen María Mtekhi |
En este contexto, el zar Alejandro nombró enviado
especial a Aleksei Yermolov, el legendario general que sirvió de inspiración a
Pushkin, con una doble misión: pacificar la región y enfriar el conflicto con
los persas. Yermolov era muy conocido por sus campañas contra Napoleón y
también por sus batallas contra los montañeses de Chechenia pero la
condecoración que recibió del mismo Sha (la orden del Sol de Persia) le hizo
ver que tenía un portento en el ejército. Yermolov acosó a los chechenos hasta
arrinconarlos y tiene entre sus haberes la fundación de Grozni, la hoy capital
de Chechenia, en el enclave de un enorme bosque que protegía a los montañeses
de los ataques rusos. Eso sí, no quedó ni uno sólo de aquellos altísimo árboles
que eran la enseña de la región. Yermolov logró una victoria contundente contra
los chechenos en Andrewski, la capital del montañoso país (Grozni es obra
rusa), donde los veinte mil habitantes que la poblaban quedaron reducidos a un
centenar de ancianos refugiados en la mezquita.
A las órdenes de Yermolov, y bajo la mirada del zar
Alejandro, Van Halen sirve de ejemplo a los oficiales de cómo modernizar un
ejército, la aspiración suprema del enérgico Alejandro. De Yermolov, Van Halen
deja una descripción de amigote de juergas: 'de estatura elevada, de formas
hercúleas y muy bien proporcionadas, constitución vigorosa y actitud marcial;
sus facciones, sin ser duras, eran muy marcadas; su fisonomía rebosaba dignidad
y energía, y sus miradas penetrantes y vivas, al fijarse en cualquiera,
anunciaban un alma sin remordimientos y el genio de un hombre superior'.
Después de la campaña en el Daguestán, Juanito Van
Halen recibe unas cartas en las que le hacen saber que el rey le perdonaba su
insurrección, le sobreseía los procedimientos y sus amigos le conminaban a volver para reincorporarse a la oposición que encabezaba otro militar, Riego. Impaciente
por regresar y dejar atrás una región tan extraña como llena de emboscadas, Van
Halen solicita al zar su reincorporación a los ejércitos españoles, una
petición que apoya su amigo Yermolov, aunque el soberano ruso, nada amigo de
las revueltas antimonárquicas, lo tomó casi que como una afrenta. El zar olvidó
que le había concedido la orden de San Jorge, máxima condecoración del imperio
por valor en el combate, y la de San Vladimiro, que convertía al de San
Fernando en noble ruso, se le olvidaron sus campañas en el Daguestán, en
Chechenia y en el Nagorno Karabagh, y ordenó su expulsión de los ejércitos
rusos y que se le deportara hasta la frontera con el imperio austríaco. Van
Halen abandonó Tbilisi dejando lágrimas en los ojos de su amigo Yermolov y
cabizbajos a sus camaradas para ser trasladado a la frontera de la Galitzia
austríaca.
Y dejó también, por supuesto, la primera descripción de esa extraña
parte del mundo, el Cáucaso, la Iberia de los antiguos griegos, en su libro
'Dos años en Rusia'.
© José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com
losmundosdehachero@gmail.com
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