Alí
conduce un destartalado todoterreno con el cristal delantero rajado por el
dédalo de callejuelas del centro de Srinagar, la capital de Cachemira. Quiere
enseñarme no sé qué mezquita donde no sé qué profeta dijo algo trascendental
pero me mira la cara y adivina que esa historia no me interesa demasiado. 'Tal
vez podríamos entrar antes en Roza Bal', dice como el que no quiere la cosa,
'para visitar la tumba de Jesucristo'. ¿Ein? ¿La tumba de Jesucristo? ¿Cuál
Jesucristo?, pregunto súbitamente interesado, ¿el Jesucristo de la Biblia o acaso hay Jesucristos por las esquinas en este extraño país?.
'El de la Biblia', dice Alí con una amplia sonrisa, '¿cuál si no?'. Vayamos, me
digo, asombrado aún de que esté picando el anzuelo de lo que presumo un timo al
uso para extranjeros panolis. Pero no, llegamos a algo parecido a una plaza
donde jovencitos aplicados desfilan cogidos de la mano mientras recitan algo
parecido a una salmodia, recién salidos de una mezquita, y las mujeres cruzan
como fantasmas la calle envueltas en sus larguísimos velos, a veces de colores
pero sobre todo negros y muy negros. El barrio se llama Khanyaar y el
santuario, el mentado Roza Bal, es un lugar de culto, curiosamente, para
musulmanes, budistas e hindúes, que peregrinan a la tumba de un tal Yuz Asaf
para mostrarle sus respetos. Los budistas dicen que el tal Yuz Asaf es un
Bodhisattva, un sabio al que se identifica con el espíritu del Buda porque así
se refirió a sí mismo en vidas previas cuando luchaba por su liberación
espiritual. Los hindúes lo veneran como veneran a tantos millones de dioses y
diosas, pareciera que están deseando que aparezca una novedad para incluirla en
su extenso santoral. Por último, los musulmanes creen a pies juntillas que es
Jesús, aunque no todos los musulmanes sino unos muy particulares: los
musulmanes ahmadíes.
Se
les conoce como musulmanes Ahmedí y siguen a un tipo llamado Mirza Ghulan Ahmad
que, a finales del siglo XIX, escribió su teoría de que el Jesucristo de la Biblia no murió en la
cruz y, hombre como era sin pizca de deidad, prefirió largarse bien
lejos, y dónde más lejos que en la remota Cachemira, donde él (o Él) situó a
las tribus perdidas de Israel. Si las encontró o no, es otro cantar. Los
ahmedíes consideran a Cristo un tipo normal, un hombre de carne y hueso, aunque
entre sus extrañas creencias también se cuenta que la Sábana Santa de Turín es
verdadera y refleja el rostro de ese hombre tan normal. Según Ghulan, que se
remonta a otros textos muy antiguos, Cristo no murió en la cruz sino que
'sufrió un desmayo' porque Dios, en su infinito poder, nunca permitiría que uno
de sus profetas más grandes muriera brutalmente de una manera tan humillante.
Sin embargo la huida a la India no parece menos humillante, sobre todo por eso
de dejar creyendo a los demás que había muerto y subido al cielo en una nube.
La cosa es que Cristo dejó Palestina y se encaminó al Oriente, concretamente a
Cachemira, y más concretamente a Srinagar, donde murió a una edad muy avanzada.
Cuesta trabajo imaginarse a Cristo achacoso y con el pelo cano, pero para Mirza
Ghulan así fue. La leyenda parece, para más enredo, sustentarse en manuscritos
del siglo I, donde se habla de un profeta proveniente de Palestina que tenía
extraordinarios poderes curativos. El caso es que los ahmadíes tienen a Cristo
como un dogma de fe y tamaña historia no sólo crea escepticismo entre los
occidentales cristianos sino que entre los mismos musulmanes provoca toses
roncas y hasta una fatwa que ordena la destrucción de esta secta maligna.
La tumba de Nuestro Señor Jesucristo, con el suelo un poco manga por hombro |
Los
ahmadíes consideran que Jesús estuvo en la cruz sólo unas horas, y no días, que
era el tiempo necesario para morir de verdad (y no de mentirijillas). Pilatos,
que tenía simpatía por el revoltoso Jesucristo, ordenó bajarlo antes del Sábado,
y el evangelio de Juan asegura que Nicodemos trajo mirra y aloe, que son
plantas especiales para curar heridas. Jesús, una vez recuperado, enseñó las cicatrices
a sus seguidores para demostrarles que él (o Él) era un hombre de lo más normal
y puso proa a Galilea, donde cayó en la cuenta de que ya había profetizado que
en algún momento iría a buscar las diez tribus perdidas de Israel, que en
aquella época se suponían hacia el este, en algún lugar entre Afganistán y la
India. Los ahmedíes aseguran que Jesús abandonó Palestina
acompañado de su madre, la Virgen María, y de su esposa, María Magdalena,
además del apóstol Tomás. La historia de sus pasos se vuelve tortuosa conforme
avanza por oriente medio: en Irak se encuentra a su discípulo Ananías y a un
tal Saulo, que poco después cayó del caballo y se convirtió a la fe de aquel al
que tanto persiguió. En Nusaybin cayó en manos de un cruel rey, que lo
encarceló nuevamente, pero unos asombrosos milagros hechos en el momento justo
consiguieron su libertad. De allí se encaminó hacia Partia, en territorio
persa, un lugar donde vivían muchos judíos que le recibieron calurosamente,
aunque no debió de gustarles mucho una premonición en la que anunciaba el
advenimiento de un nuevo profeta que habría de llamarse Mahoma. Finalmente,
Jesús estuvo incluso en la India, dejando Los Mundos de Hachero en una simple
broma, porque así se asegura en unas escrituras sagradas hindúes: Jesucristo
conoció al rey Shalewhin en uno de los majestuosos picos del Himalaya y le dijo
estas palabras: 'Soy el Mesías, nacido de una Virgen' y el rey, cuando comprobó que hablaba con los ángeles, cayó rendido a sus pies.
Los vecinos de la tumba de Nuestro Señor Jesucristo son piadosos, pero musulmanes |
Fotograma de un vídeo que grabé en el interior del mausoleo |
Un
antiguo manuscrito cachemir revela que en la tumba está Jesús, el Espíritu de
Dios le llama, y según afirma el corresponsal de prensa ruso de finales del
siglo XIX Nicolas Notovich, en el monasterio de Hemis, en Ladakh, cerca de
Srinagar, los monjes le hablaron de la vida del santo Issa, que
es el equivalente árabe del nombre de Jesús, un descubrimiento que originó un
libro titulado 'Vida desconocida de Jesucristo' y traducida al inglés, alemán,
español e italiano. A partir de ahí, son innumerables los libros que especulan
sobre este singular fin de la vida de Jesucristo. Para mayor inquietud, y
siguiendo una antigua tradición judía, los pies de la tumba están orientados
hacia Jerusalem. Como los ahmadíes creen a pies juntillas que la Virgen María
siguió los pasos de su hijo, consideran que también murió en estas regiones
orientales y sitúan su tumba en Pakistán, en una lugar conocido como Mai Mari
da Ashtan (el lugar de reposo de la Virgen María). Claro que los cachemires
tienen el ego un tanto subido y consideran también que Moisés está enterrado en
el monte Nebu, al norte de Srinagar, y pareciera que la región es un cruce de
caminos religiosos y de santones, profetas y mesías que sólo sufre la
competencia de Jerusalem.
Un cachemir ciertamente llamativo |
Salgo
del sepulcro a toda prisa porque en la cercana mezquita de Dastgir Saheb se
reúne a toda prisa una multitud hambrienta para recibir comida arrojada con
cierto desdén desde un tejado por un joven cariacontecido (un video que puedes ver aquí). Las mujeres elevan
sus manos al cielo mientras trozos de carne caen como maná, hay peleas,
empujones, en un rincón un señor coronado por un elegante gorro de piel reparte
con las manos puñados de arroz amarillo, la gente eleva sus manos esperando
arañar algún granito perdido en un auténtico festival de grasa. La tumba de Jesucristo queda atrás, la olvido muy
rápido porque el hambre siempre llama la atención: no me extraña, pues, que los
demás la olviden también, una tumba perdida en un sinfín de tumbas perdidas, de
santones con más o menos aceptación, una tierra hostil, castigada por guerras y
religiones en la que los iluminados se suceden, se estorban, se atropellan. Si
Cristo es el ocupante de la tumba, murió entonces a los 108 años, se casó y
tuvo un montón de hijos. Si se demostrara cierto, la religión cristiana tendría
un serio apuro. Si no lo es, será otro cuento para amantes de lo esotérico, una
tumba misteriosa que guarda un secreto inflado por gente fantasiosa. Ahí queda
la duda en una región llena de peregrinos y peregrinaciones de toda índole, como esta que resulta mortal cuando miles de adoradores de Shiva pretenden llegar a la cueva donde vive el miembro viril del Dios Naranja. Pero creo que si se demostrara que Cristo fue un viajero tan
impenitente, un señor normal con muchos conocimientos de filosofía y de
religiones, un tipo extraordinario que sabía de todo y tenía tal don de gentes
que se recorrió media Asia deslumbrando a reyes y profetas, y que murió como
morimos todos, con el pelo cano y achaques, probablemente se quebraría una fe y una poderosa Iglesia pero tal vez ganaría el hombre, con mayúsculas, el Hombre.
©José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com
sanchezhachero@hotmail.com
losmundosdehachero@gmail.com
La verdad es que se pùeden decir "tantas tonterias como cabezas hay..." Los estudios sobre la realidad hoistorica de Jesucristo y de los evangelios son tantos que no merece comentarlos aqui. Pero solo por curiosidad, la mayoria de los personajes historicos que se consideran como tales popr el comun d elos historiadores y no digamos del comun de los hombres no resistirian un analisis de autenticidad como el que se ha realizado sobre Jesucristo y los evangelios...y otra curiosidad solo cuando serefiere a Jesucristo o a los evangelios ningun argumento convence. Sinceramente me parece mas seguro el testimonio d elos testigos de los hechos y de los comtenmporaneos que las delirantes opiniones de persoasn ajenas (en todos los entidos) a los hechos y al tiempo en que ocurrieron . En conclusion "no hay peor ciego que el que no queire ver"
ResponderEliminarseria facil comprobar los restos si los hay su adn y se veria origen étnico y antiguedad segun métodos cientificos, de ahi a que sea jesucristo tambien habria mil dudas, aunque reflejara que son adn del hombre judio de principios del siglo I
ResponderEliminarcomo se lo que importa es que jesus vino a dar un mensaje de amor que creo yo es lo mas importante
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