jueves, 14 de agosto de 2014

Viaje a Cuba: negocios bajo un calor aplastante




Tras el sencillo mostrador, apenas una ventana, ruge furioso el trapiche. Los clientes se arremolinan sudorosos, esperando anhelantes su vaso de guarapo, aplastados por el sol del mediodía. Tras el mostrador, como decía, ruge el trapiche y sudan, aplastadas ellas también pero bajo techo y por tanto en sombra, las empresarias que rigen los destinos de esta empresa. El funcionamiento no es difícil: el trapiche truena, las cañas de azúcar se acumulan en una esquina, por un lado introducen la materia prima, por un embudo surge mágico el guarapo, que no es otra cosa que zumo de caña, y por el otro escupe los restos machacados del vegetal. Las dos chicas no se consideran empresarias sino 'tenderas' mientras la iniciativa privada se abre paso a una velocidad de vértigo en la antigua colonia española.

El trapiche no es más que un par de rodillos de metal con estrías que machacan los largos palos de la caña impulsados por un motorcito (o por la fuerza bruta de las bestias, los antiguos, o de los esclavos, los más antiguos aún) extrayendo el líquido que se vierte en el interior de un cubo repleto de cubitos de hielo. Lo bebo mientras el sudor forma gruesas gotas en mi frente. Está frío, mastico trozos de agua sólida y siento una potente subida de azúcar que me despeja la mente, somnolienta como el pueblo. Estoy en Remedios, un municipio cubano de estética colonial a pocos kilómetros del celebérrimo Cayo Coco, un hermoso lugar en el Caribe del que nunca estoy seguro de que esté a medio dormir o a medio despertar.

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Los impuestos de empresas como la del pequeño trapiche aportarán durante 2014 un 4% del presupuesto del Estado y el número de trabajadores por cuenta propia se acerca ya a los quinientos mil en toda Cuba (aunque hay quien lo sitúa en los dos millones), de un total de cinco millones de trabajadores. Les dicen 'cuentapropistas' y su tarea se nota ya en muchos rincones. Si en un principio no pasaban de abrir un restaurante (o 'paladar') o arrendar habitaciones o apartamentos a turistas,  su presencia cada día es más habitual en otros sectores, como en el del taxi, la venta de artesanía, pintores o manitas de todo tipo. Según los cubanos de a pie, casi el noventa por ciento de estos profesionales están enmarcados en el sector servicios por el simple hecho de que producen divisas mientras que las inversiones necesarias en los otros campos, desde la agricultura a la minería, siguen igual, dependiendo de unas inversiones estatales que llegan con cuentagotas. Tal vez China sea el horizonte, el auge de un país que es más que un estado, un estado-civilización, como le llama Martin Jacques en su apasionante When China rules the world, un país formalmente comunista pero en la práctica abierto a cualquier tipo de negocio que deje dinero y ayude al Kuomintang a convertirse en superpotencia. Tal vez el partido comunista cubano mire de reojo la explosión capitalista de su antigua aliada y se plantee una revolución dentro de la revolución.

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Ahora estoy en Cueto, a las puertas del gran ingenio azucarero de la ciudad que le da fama mundial (eso y el salir en la letra del Chan Chan, de Compay Segundo). Bajo el atronador sonido del ingenio en funcionamiento aún hay decibelios para pedirse un refrigerio. Y la muchacha que rige los designios de la máquina de hacer helados cobra por adelantado y rellena los cucuruchos con una crema blanca que anuncia una explosión de sabor frío en el cielo de la boca. Hay cola para comprar helado y no importa el ruido insoportable ni el calor aplastante. Hay que refrescarse y siempre sobran unos centavitos en el bolsillo para darse un respiro. La microeconomía cubana no levantará la nación a base de grandes negocios pero el aire parece haber cambiado para animar un poco la alicaída vida del interior rural de la isla.

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Eso sí, para hablar de macroeconomía y del destino del país, tendrán que buscar algo diferente en unos momentos en los que el futuro de Venezuela, su alivio durante los últimos años, parece especialmente comprometido por un caos del que difícilmente se puede sacar una conclusión. Carlos Saladrigas, presidente del Grupo de Estudio de Cuba (organización sita en los EEUU), cree que 'la crítica situación económica de Venezuela está llegando a un punto en que la ayuda a Cuba es insostenible y esto indudablemente va a tener consecuencias en Cuba'. De momento, el combustible para que el trapiche de Remedios sigue llegando con normalidad y esta pequeña empresa tiene sensación de normalidad, de emprendedor que ofrece un producto a una demanda que observa ceñuda el proceso. Y el producto tiene demanda porque la caña así sin más puede limpiarse a machete y luego chupar una punta para extraer el azúcar pero si te lo ofrecen en un vasito con hielo y fresquito pues mucho mejor. En la cola del exiguo mostrador los clientes se empeñan en educar al extranjero. 'Es muy bueno para las mujeres recién paridas', dice un señor con bigote, 'añadiendo levadura hacemos vinagre', cuenta una señora, 'hay que consumirlo corriendo porque si no pierde el color y se pone feo', concluye un abuelo. La iniciativa privada se abre paso por doquier. Pizzas callejeras en Baracoa, intercambio de frascos para perfumes en Santiago, helados en Macané, una señora que asegura llevar café a domicilio en La Habana, trapiches en Remedios. El sector más primario de la iniciativa privada está en movimiento...

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Algunos reportajes de cómo la microeconomía ya ha cambiado el interior de Cuba: 



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