lunes, 2 de febrero de 2015

Viaje a Tarifa: entre niños de ningún lugar

niños inmigrantes en Tarifa por Hachero

Capitán Garfio: 'Si yo fuese tú me rendiría'

Peter Pan: 'Si tú fueses yo, sería muy feo...'

(Peter Pan, James Mathew Barrie)

niños inmigrantes en Tarifa por Hachero

Por el césped de imitación del polideportivo municipal de Tarifa corren niños de ningún lugar. Uno gatea examinando curioso esa hierba sintética que tan extraña le resulta al tacto. Otro mira al infinito, en los ojos impreso un asombro permanente, de vez en cuando hipea como único nexo con una infancia que se adivina interrumpida. El de allí sonríe como loco porque alguien le ha alcanzado un muñeco articulado. Los más pequeños sólo abren los ojos y si acaso mueven una mano como impulsados por espasmos.

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Las voluntarias de la cruz roja de Tarifa se los rifan porque son muñecos indefensos que mueven a la ternura y al abrazo. Los envuelven en mantas, les acercan biberones, les sonríen y hasta los acunan. Sus sonrisas reconcilian a cualquiera con el género humano porque no hay nada más emocionante que una madre colmando de amores a su hijo. Aunque no sean sus madres ni sean sus hijos. Aunque sean mujeres que se acercan a niños indefensos armadas con esos guantes de goma que ordena el protocolo pero que no sirven para nada porque no hay quien se resista a unir unos labios desnudos de látex a las tiernas caras de esos niños de pelos tan rizados.

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Y estos niños de ningún lugar pronto toman confianza y se acostumbran al extraño tacto del césped artificial de las pistas de padel del polideportivo municipal de Tarifa. Lógico, me digo, es una superficie llamativa para un niño, sobre todo si el niño ha nacido en un monte marroquí, o en un suburbio de Tánger, o en una aldea del desierto, o, como mucho, en una pista lejana del Sahel o, exagerando ya demasiado, en una selva del golfo de Guinea. ¿Y de dónde son estos niños? Suponemos que sus padres pueden mentir, por seguridad, y no sabemos si el que dice que viene del Chad tiene aprendida la lección para que no lo deporten o realmente salió de ese país.

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En todo caso los más pequeños jamás recordarán el lugar donde nacieron, no se considerarán marroquíes por el hecho de haber nacido en Marruecos, o argelinos por haber nacido en Argelia. Ni siquiera se considerarán jamás marfileños porque sus padres sean de Costa de Marfil, o cameruneses, o centroafricanos. Son niños de ningún lugar, de ninguna parte, niños que han nacido en tránsito y que ahora comienzan a forjar sus recuerdos en un país que puede resultar extraño a sus mayores pero que para ellos, y a poco que encuentren acomodo en centros de acogida, familias de acogida o adopciones express, será el único país que recordarán.

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De mayores tal vez tengan pesadillas con escenas brumosas de una barquita de plástico repleta de gente que grita y se moja y llora y llama por teléfono y reza a gritos. Puede que crean que los ángeles visten de blanco y vienen en barcos naranja o que lleven estampada cruces rojas en las espaldas, puede que sus recuerdos tomen la parte por el todo y el todo por la parte. ¿Qué piensa, por otra parte, un menor que ha aprendido a caminar en un bosque del monte Gurugú cuando sus padres, o sus protectores, estallan en gritos de júbilo al llegar a un puerto donde los reciben cámaras de televisión? ¡Cómo no estar desconcertado, asombrado, temeroso! Mis papis ríen cuando antes lloraban, mis papis tienen aún la mirada atravesada pero estos tipos con máscaras en la cara me dan juguetes, nos dan leche, nos acunan y nos ponen mantas sobre la ropa nueva.

niños inmigrantes en Tarifa por Hachero

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A las puertas del polideportivo municipal de Tarifa una voluntaria de la Cruz Roja habla de la niña de la que todos hablan. Le dicen Princesa, aunque se llama Fátima, tiene meses y ha llegado sola. Por eso se la lleva a su casa, en La Línea, con el permiso de las autoridades, hasta que se decida qué hacer con ella. Princesa, a pesar de su corta edad, es una delincuente, como todas estas criaturitas. Y es una delincuente porque ha incumplido la legislación y ha entrado ilegalmente en España saltándose a la torera la frontera del estrecho de Gibraltar. Y como delincuente que es, y menor además, el tratamiento en los medios de comunicación es complicado, por no decir muy complicado. Los delincuentes se acumulan sobre las pistas de padel, algunos gatean por el verde tapiz, otros se sacan un moco, hay delincuentes que maman de un biberón y también hay un delincuente que juega con aquel muñeco articulado.

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Uno de esos pequeños delincuentes está muy serio porque no encuentra a sus padres y se siente terriblemente solo: dos voluntarios de la cruz roja lo tranquilizan tomando su mano y acariciando su espalda. ¡Grandes estos voluntarios que se atreven a consolar a un delincuente, aunque no tenga ni diez años! Otras voluntarias hacen carantoñas, ponen caritas y acunan a dos bebés delincuentes, les enchufan sus biberones mientras las madres, delincuentes también ellas, descansan en el suelo arropadas por esas ya famosas mantas de la organización.

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Y con tanto delincuente que me rodea no dudo un momento en que los medios de comunicación obviarán la imagen de estos pequeñajos y se centrarán en las de los mayores, delincuentes también, faltaría más, aunque sea sólo supuestamente. O que al menos se molestarán en pixelar las caritas porque eso es lo que se suele hacer con los niños patrios. O las desenfocarán, o se centrarán en imágenes difusas, difíciles de identificar, todo en virtud de la especial protección de la que gozan los menores, sobre todo si son sospechosos de algo ilegal.

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Pero ¡¡¡no!!!, los medios de comunicación nacionales se centran en la tragedia de Princesa, publican y exponen su angelical rostro de delincuente sin caer en la cuenta de que es una menor y que está indocumentada y que ha atravesado ilegalmente una frontera desafiando a las leyes de nuestra nación. Y que, como menor, tiene una protección extra que aquí no se cumple porque el rostro de Princesa está en todos los kioscos y en las cadenas de televisión multiplicada por cientos de miles. ¡Y junto a ella todos sus compañeros de fechorías! Y no hablo de un blog perdido, como este, sino de medios con cientos de miles de consumidores. Sólo hay que acudir al Observatorio de la Infancia para saber qué se puede y qué no se puede publicar. La respuesta del por qué los grandes medios sí han incumplido sistemáticamente la recomendación sobre la protección especial de los menores es libre y cada uno podrá aportar su opinión.

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Eso sí, todos menos los niños de ninguna parte, los niños de Nunca Jamás, que deben recuperar el tiempo perdido antes de volver a ese rollo de crecer.

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Peter: Olvídalos a todos y vente conmigo allí donde nunca, nunca jamás, tendrás que preocuparte por cosas de mayores.

Wendy: Nunca es muchisimo tiempo.

(Peter Pan, James Mathew Barrie)

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