jueves, 9 de abril de 2015

Viaje a Colombia: tráfico de sangre indígena



El célebre genetista italiano Luigi Luca Cavalli Sforza quiso complementar el Proyecto del Genoma Humano con un anexo monumental: el Proyecto Diversidad del Genoma Humano. Si el primero pretendía estudiar el genoma humano universal, el segundo quería analizar el ADN para inmortalizar la diversidad genética de las distintas poblaciones humanas. En su momento se calificó de 'esfuerzo entusiasta para incrementar nuestro conocimiento de la familia humana: su evolución, historia, diversidad y unidad esencial'. Puedes verlo pinchando aquí.


El mismo  Cavalli lo calificó en 1995 como 'un proyecto internacional antropológico que intenta estudiar la riqueza genética de toda la especie humana. El proyecto aumentará nuestro conocimiento de esta riqueza y mostrará tanto la diversidad humana como su profunda unidad subyacente'. El PGDH comenzó en 1991 con una carta de Cavalli en la revista Genomics (de Cavalli y de otros cuatro científicos) en la que insistía en la necesidad de llevar a cabo un estudio sistemático de la especie humana a nivel genético, una idea que en 1994 adoptó la Organización del Genoma Humano, en aquel entonces en pleno trabajo, y que posteriormente obtuvo financiación de la Fundación Nacional de Ciencias, el Instituto Nacional de Salud (NIH) y el Departamento de Energía, todos ellos de los EEUU. La tarea era titánica, con unos 5.000 pueblos y otras tantas lenguas, y digo lenguas porque Cavlli y los suyos habían estudiado minuciosamente la evolución humana y encontraron en la lengua un elemento crucial. Cavalli pretendía tomar muestras de 500 poblaciones, por un lado muestras de sangre para conformar una reserva celular de ADN, y por otra parte muestras de entre 100 y 200 individuos para hacer estudios genéticos a corto plazo. Aquí puedes leer la evolución del proyecto de Cavall.


Si bien en un principio, allá por 1994, el proyecto recibió un sinfín de apoyos, morales y materiales, no tardaron en surgir críticas que fueron subiendo de tono en boca de activistas de comunidades indígenas que desconfiaron del proyecto. Los indígenas, decían, no veremos beneficio alguno de algo que es tan sagrado para nosotros como nuestra sangre, los indígenas, decían, no comprendemos de qué se trata y por eso los científicos entran en las comunidades disfrazados de enfermeros y nos aseguran que vienen para curar enfermedades pero lo que realmente hacen es llevarse el material genético a no se sabe donde.  Los indígenas reaccionaron a nivel mundial con una carta que puedes ver aquí: Carta de los indígenas en Phoenix,  en la que rechazaron el proyecto en bloque y apelaban a la solidaridad de todos en esta lucha. La discusión no dejaba de ser interesante: los activistas elevan su queja de que no se informa a los indígenas de qué se hace con su material genético, es decir, se les engaña y probablemente si se les revelara sería aún peor porque tampoco entenderían el motivo y se negarían nuevamente. Los científicos, por su parte, resaltan los evidentes beneficios para la humanidad de investigar la carga genética de cada etnia, tribu y pueblo para dibujar un futuro sin enfermedades. La discusión se paseó por medio mundo, saltó de los laboratorios a los congresos, de los despachos de activistas a selvas de todo el planeta y finalmente pareció diluirse hasta desaparecer tragado por la polémica y por el supuesto uso económico que algunos listillos estaban haciendo de tan loable fin. Sin embargo en esta página se asegura que sigue y que sigue generando nuevas conclusiones (se supone que estrictamente científicas, aunque ¿quién sabe?). En 1998 publiqué unas páginas sobre el tema en la revista española Tiempo en el que se describía cómo estaba el tema en ese momento (es el texto a continuación). Casi dos décadas después, el proyecto se esconde, se escurre, sigue siendo polémico y sigue ahí, en la sombra...



'Desde el mal llamado descubrimiento de América las grandes potencias de Europa han saqueado los distintos recursos naturales de este continente, a las que se unieron los Estados Unidos y las trasnacionales', dice el profesor Luis Guillermo Vasco, de la Universidad Nacional de Colombia, 'y ahora han encontrado algo más: la diversidad biológica, un nuevo recurso para su explotación y enriquecimiento...'. La denuncia sonaba extraña aunque coincidía con la que hacían algunos grupos de indígenas sobre una forma muy sutil de explotar las posibilidades que ofrecen los tesoros aún ocultos de los pueblos aborígenes de todo el mundo: los indígenas colombianos denunciaban que durante años habían sufrido un expolio biológico y temen las consecuencias que la manipulación de su material genético pueda tener.


A principios de los años 90, un grupo de científicos y profesores de universidades de EE.UU y Europa conformaron el proyecto Diversidad del Genoma Humano con el objeto de dibujar el cuadro de la estructura genética del hombre. El propósito de ese ambicioso proyecto consistía en encontrar las causas de numerosas enfermedades y desarrollar nuevos tratamientos curativos. Esta idea nació con una lista preliminar de 722 pueblos indígenas (entre 10.000 y 15.000 personas) de los cinco continentes. A raíz de la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América los laboratorios genéticos de las universidades Nacional, Javeriana y de Antioquia, que llevaban quince años trabajando en temas similares, se sumaron a estas recolecciones genéticas.


Así se inicia, desde la jesuita Universidad Javeriana, la segunda etapa de la Expedición Humana, en la que 'con el pretexto de ayudar a nuestros pueblos enfermos', me comentaba Lorenzo Muelas, senador de la República de Colombia e indígena guambiano, 'tomaron muestras de nuestra sangre'. Los indígenas, siempre según el senador, se dejaron extraer las muestras confiando en que por fin había alguien dispuesto a llenar el tradicional abandono en el que el estado mantiene a estas comunidades, pero jamás les fue comentado un posible interés en asuntos genéticos. 'Hubo un engaño y una especie de biopiratería del material genético', dice Muelas desde el senado.



De esta manera, unas 35 comunidades indígenas colombianas (además de otras comunidades afrocolombianas) entraron a formar parte de un proyecto apoyado económicamente por la industria privada y los principales laboratorios farmacéuticos. En el boletín informativo del Movimiento de Autoridades Indígenas, que edita el mismísimo congreso colombiano, se citan las siguientes: A.B.C. Laboratorios, Americana de Ampolletas, Ciba-Geigy, Laboratorios Alcon, Allergan, Hoechst, Kholl, Parke-Davis, Pfizer, Specia, Sidney-Ross, Syntehesis, Bayer, Janssen, Stiefe, Medihealth, Abbot, Química Schering, Glaxo, Grunentahl, Upjohn-Unifarma y Química Ariston.

En mayo de 1996 la ONG Rural Advancement Foundation International (RAFI) hizo pública una información en la que se decía que al menos 2.305 muestras de sangre colombiana, el 72% proveniente de indígenas, estarían en posesión del Instituto Nacional de Salud (NIH) de los Estados Unidos. Concretamente del National Institute for Nechrological Disorder and Stroke, una institución perteneciente al NIH.

Embera por Hachero

Este rumor despierta entonces la alarma entre la comunidad indígena porque, según afirma el mencionado boletín, 'muchos investigadores del NIH han renunciado para crear compañías privadas que, aunadas a corporaciones farmacéuticas, están solicitando patentes para lograr el control monopolístico de los genes: esto ha llevado al desarrollo de lo que ya se conocen como 'tiendas de genes', que identifican, caracterizan y comercializan genes humanos y sus productos'. Pero su rabia se origina posteriormente, cuando se dan a conocer dos artículos bajo la coautoría del director del Instituto de Genética Humana de la mencionada Universidad Javeriana, Jaime Bernal Villegas, en los que el rumor se confirma. La aparición de dos artículos, 'Coesistence of human T´Lymphotropic Virus Types I and II among Wayuu indians from the Guajira region of Colombia' (Coexistencia de los virus humanos lifotrópicos I y II en las comunidades indígenas Wayuu de la región colombiana de la Guajira) y 'Human retroviruses in Amerindians of Colombia: High prevalence of Human T Cell Lymphotropic vrius type I and II infection among Tunebo indians' (Retrovirus humanos en los amerindios de Colombia: alto predominio de infección en el virus tipo II de la célula linfotrópica humana T en los indios Tunebo), pone en evidencia, dice el senador, que desde el principio estas prácticas genéticas eran el objetivo de las expediciones.

Para la comunidad indígena ese es ya un paso irreversible porque, de acuerdo con las leyes de los EE.UU y los convenios internacionales, los productos derivados de las muestras se pueden patentar para su explotación comercial hasta por diecisiete años. En 1995, EEUU obtuvo la patente de una línea celular no modificada recogida al pueblo Hagahai, de Papúa Nueva Guinea, que encontraron útil para el tratamiento y diagnóstico de una variante del virus HTLV-1, relacionado con la leucemia y con una enfermedad neurológica crónica degenerativa.


Uno de los artículos arriba mencionados asegura que la sangre de los pueblos indígenas colombianos Wayuú, Embera-Waunana e Inga, es probable que se convierta en la más apreciada para futuras 'cacerías'. Con este hecho, dice el director de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), el indígena Tule Abadio Green, 'EEUU se apropia de la sangre indígena, laboratorios privados se enriquecerán y nadie se volverá a acordar de las comunidades de donde se sacaron las muestras... una vez que inmortalicen nuestras células', dice desde el senado, 'poco les importará que desaparezcamos.. Todos estos proyectos dicen estar interesados en buscar las causas de las enfermedades para encontrarles cura y por eso plantean que se trata de un objetivo altruista que busca el beneficio de todos, pero se trata de una Humanidad que habla de inmortalizarnos antes de que nos extingamos porque prefieren asegurar nuestra riqueza genética en tubos que en la vida misma...'. Además, en una visión un tanto futurista, los indígenas temen que tribus al borde de la extinción total, como los Nukak Makú, de los que apenas quedan 400 individuos, puedan reaparecer gracias a los avances en clonación de individuos.

El Parlamento Europeo trabaja en una directiva que busca establecer una protección legal para las invenciones biotecnológicas. Según los representantes de los indígenas, esta iniciativa permite patentar no solamente elementos o partes de seres vivos sino también animales y plantas, siempre y cuando tengan alguna modificación genética hecha por el hombre. En el Parlamento Europeo no es la primera vez que se trata el tema: en 1995 votó en contra de una propuesta para patentar partes o elementos de seres vivos, aunque la fuerte presión de compañías relacionadas con este negocio no ha permitido relanzar el tema.

Embera por Hachero


Lorenzo Muelas afirma que con la sangre desviada se están creando bancos de genes manipulables con los que potenciar medicamentos que sirvan para reforzar la resistencia a ciertas enfermedades a las que algunos indígenas son inmunes. Este negocio, mediando una patente, permite a las industrias que las explotan generar pingües beneficios: ya no se trata de genes reconocibles y protegidos sino de genes modificados.

Desde el Senado aseguran que no sólo existe material colombiano en universidades norteamericanas como Harvard, Cornell y John Hopkins sino también en las de Kyoto y Kyushu, en Japón. Por ello el Consejo Mundial de pueblos indígenas adoptó en 1993 una resolución que rechaza categóricamente el Proyecto de Diversidad del Genoma Humano, por considerar que atenta contra los derechos, vida y dignidad de los pueblos indígenas. Y también por ello en Colombia estas comunidades están adelantando gestiones para sacar un proyecto de ley que garantice sus derechos frente a este tipo de investigaciones y que establezca normas para el desarrollo de las mismas. Con ella esperan, además, un compromiso del gobierno, al que acusan de permitir conscientemente este tipo de prácticas, para que se respete el derecho constitucional que le obliga a consultar a los pueblos indígenas cuando se vayan a tomar medidas que les afecten. Sin embargo, desde comienzos de 1998 y ante las continuas quejas de los indígenas, sobre todo de colombianos y de Papúa Nueva Guinea, el congreso de Estados Unidos está estudiando dejar de apoyar este proyecto.


 Tiempo, 13 abril 1998














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