martes, 25 de noviembre de 2014

Viaje a Brunei: Kampong Ayer es la ciudad sobre el mar más grande del mundo

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Antonio Pigafetta, el cronista de Magallanes en la primera vuelta al mundo, no tardaría en reconocer la extraña ciudad que describió en su visita a Brunei. Y eso que  mucho han cambiado las cosas desde 1521. Por ejemplo, aquella ciudad que él describió como 'construida sobre el mar, excepto la casa del rey y la de algunos hombres principales, y con veinticinco mil hogares, las casas todas de madera, edificadas sobre gruesas vigas que las elevan del suelo' sigue ahí, con una población que ronda las cuarenta mil personas, casi el diez por ciento de la población total del país, lo que la convierte en la ciudad sobre el mar más grande del mundo. Y las casas siguen siendo de madera, aunque algunos pivotes son ahora de cemento armado y sus peatones van vestidos y no como los que sorprendieron con su semidesnudez al cronista italiano.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el mar

Claro que los aires acondicionados de las viviendas rompen la estampa que contempló el italiano, los fuerabordas que surcan permanentemente las aguas del río Brunei no tienen nada que ver con aquellas en las que 'cuando sube la marea las mujeres van en barca para ir a vender y comprar lo que necesitan para subsistir', y el uso de que los locales hacen del teléfono móvil les aleja, ya definitivamente, de los lejanos tiempos del siglo XVI. La ciudad hoy se llama Kampong Ayer y es uno de estos remedos de Venecia que pueblan el planeta aunque desde su remoto enclave le reta en su antigüedad: de Kampong Ayer hablan archivos de mil trescientos años atrás.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Llegar a la Water Village, como le dicen aquí, no es difícil: de hecho es casi inevitable. A las orillas del río Brunei los taxis acuáticos se acumulan, apelan al visitante, sueltan y recogen incansables a los lugareños que se acercan al centro de Bandar Seri Begawan, la capital de Brunei, cruzan a toda velocidad de una orilla a otra y tratan de engañar en el precio al extranjero con una inocencia que raya lo infantil: '¿por qué quiere cobrarme el triple de esta mañana si yo soy el mismo?' El tipo te mira achinando los ojos y la respuesta se intuye en su gesto: ¡Ah, usted es el mismo!.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Y la ciudad más grande del mundo levantada sobre el agua se abre entonces inmensa en sus ocho kilómetros a lo largo del río Brunei. 'Veinte dólares de Brunei por ver los monos', ofrecen una excursión los taxistas sin caer en que los monos también sienten curiosidad y se acercan a la water village para torturar a sus vecinos, que huyen atemorizados cuando los ven aparecer, y a los visitantes esporádicos, que permanecen paralizados sin saber si correr o tirarse a las hediondas aguas.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero


El sultán de Brunei cuida de su rebaño y les ofrece, por ejemplo, sanidad y educación gratuita, les ayuda en la vivienda y vela para que nadie cometa pecados que puedan avergonzar a un buen musulmán. A las puertas de una tienda un comerciante me mira divertido mientras fuma un cigarro pero se esconde cuando saco la cámara. 'Es ramadán', se excusa y me imagino al sultán furibundo si encontrara la foto de un súbdito cometiendo semejante felonía. La ciudad se divide en barrios, unos recién construidos e impolutos, nuevos del paquete y con pasarelas firmes y sólidas, pareados modernos y de colores pastel, una monada sobre pilotes y unas aguas poco profundas y más o menos limpias.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero
Incluso en Kampong Ayer hay barrios y barrios...

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Pero más allá las aguas empeoran su aspecto, los desechos se acumulan bajo los bosques de pivotes y mucho más allá la acumulación conforma una estampa de la que ningún vecino debe sentirse muy satisfecho. El agua desaparece y una gruesa capa de basuras lo inunda todo: incluso en la muy nueva ciudad de Kampon Ayer hay clases...

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

La ciudad es un dédalo de pasarelas, algunas más precarias que otras, que comunica barrios nuevos con barrios viejos, pasarelas que llegan a paradas de taxi acuáticas que se yerguen sobre sus pilotitos aislados sobre el río o a colegios de los que salen cánticos infantiles y un sinfín de niños de uniforme. Hay comisarías y clínicas, mezquitas y un parque de bomberos, supermercados de barrio, museos para los turistas, zonas arruinadas por incendios, señores que arreglan sus lanchas motoras, espacios comunes, retratos del sempiterno sultán de Brunei, y por haber hay hasta monos que atacan a los vecinos (y de los que huyo ante la posibilidad de que me desequilibren y me lancen a las fétidas aguas). Aquí nació el sultanato y tal vez por ello el mismísimo sultán arregla muchas casas aunque otras tienen una pinta más estropeada. Pregunto al dueño de una de estas últimas: ‘soy filipino’, me dice, y entonces pienso que tal vez tenga algo que ver, pero más tarde el señor que fuma ante su tienda, me dice que no, que él es de Brunei y su casa luce igual de cutre que la otra.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

A las espaldas de la ciudad sobre las aguas se levanta el telón. Los vehículos de los vecinos esperan en la carretera que circunvala el barrio y nuevamente puede uno recordar que está en Brunei. Algunos coches deportivos, otros de gama alta, muchos de gama media pero nuevos como si los acabaran de comprar, una carretera con el firme en buen estado, la jungla espesa apenas a unos metros, con su amenaza de escupir monos furiosos que te tomen por el pito de un sereno.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

En realidad Kampong Ayer es una suma de barrios marineros, 42 exactamente, según consta en el centro de información del centro de la ciudad, si es que esta ciudad tiene algún centro. También dice que las pasarelas y caminos que recorren toda la ciudad suman 36 kilómetros y que es el corazón de la cultura del país porque de aquí partieron las actividades que dan sentido al país, desde el sultanato a la alfarería, sus trabajos textiles, su espíritu comercial. Fuera de Kampong Ayer, la jungla, espesa como decía, alguna columna de humo surgiendo espontánea del interior de la selva, una de las mejor conservadas de la isla de Borneo, el río, el petróleo, el sultán y su colección de caros vehículos.

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

Antonio Pigafetta, el cronista que narró la primera vuelta al mundo de la expedición de Magallanes, describió Kampung Ayer, en Bandar Seri Begawan, capital del sultanato de Brunei, como ‘la Venecia de Oriente’, otra Venecia más, en todo caso, que se une a aquellas cuatro casitas levantadas sobre pilotes que dio nombre a todo un país, Venezuela, a Suzhou, otra Venecia de Oriente pero denominada en su caso así por Marco Polo, aunque hay quien considera así a la ciudad de Bangkok. Por su parte, Giethoorn es la Venecia de Holanda, Annecy es la Venecia de los Alpes, Uidapur city es la Venecia de la India, en Benín está Ganvié, la Venecia africana, aunque Makoko, en Nigeria, le disputa ese título africano, tenemos Aveiro, que es la Venecia de Portugal, y los estadounidenses, que te lo disputan todo, tienen la suya: Fort Lauderdale, la Venecia de la Florida, y hasta en Cataluña hay otra Venecia, la de Empuriabrava, y el Puerto de Mogán, la Venecia de las Canarias. Por rizar el rizo, en Italia, el país de la Venecia original, hay otra Venecia más, y le dicen la Venecia de los pobres, Comaccchio, al sur de la Venecia original....

Kampong Ayer, la ciudad sobre el agua más grande del mundo, por Hachero

martes, 18 de noviembre de 2014

Viaje a Borneo: pesadilla en el paraíso del submarinismo (II)


Mantabuan por Hachero
Turistas chinos se fotografían con los soldados destinados en Mantabuan

‘El turismo chino ha bajado al menos un cincuenta por ciento’, me cuenta Lee en su tienda de recuerdos, tan vacía como llena de mercadería. 'Los turistas temen a los piratas porque sus principales objetivos', me confirma mientras trata de venderme baratijas hipercoloridas. ‘No se queden en los ressorts’, me aconseja un taxista en Kota Kinabalu, ‘ahí son ustedes presa fácil, mejor busquen hoteles en el interior de la ciudad’. Los devotos del sultán vienen de noche, dice, en pequeñas y rápidas embarcaciones sin luces, se acercan a las instalaciones más aisladas y toman los rehenes sin apenas resistencia.

Mantabuan por Hachero

Mantabuan por Hachero

Muchos ressorts se levantan en mitad de las aguas, aprovechando su poca profundidad y el paradisíaco entorno, y los empleados apenas tienen medios para defenderse. Las patrullas de la policía circulan permanentemente pero la superficie a vigilar es enorme y la cantidad de islas abrumadora. Los soldados ocupan islas clave en las rutas de turistas y en el camino a las Filipinas pero los seguidores del sultán son muy hábiles. El asesinato de algún empleado de hotel y los secuestros de varias turistas chinas ha alertado al gobierno de Pekín y le ha llevado a emitir una alerta para sus ciudadanos, lo que los desvía a otros centros de buceo. No son los únicos: el gobierno inglés también desaconseja la visita, como el de los EE.UU o el de Alemania. ‘Pero aquí están los tiburones ballena, tan grandes como autobús’, dice desesperado Lew mientras lanza la eterna pregunta de los lugareños de sitios con mala prensa: ‘¿quién puede garantizar al cien por cien la seguridad en ninguna parte del mundo?’.

Mantabuan por Hachero


Por las calles de Semporna patrullan militares de uniforme. Ahora pasa un camión pintado de camuflaje, ahora un comando compra un pinchito de pollo en un puestecillo, ahora pasa otro camión. Nada intenso, todo relax, los soldados sonríen al extranjero, los vecinos saludan al extranjero, los turistas se acercan a los restaurantes al anochecer a ejercer de verdugos con los peces y crustáceos que aguardan tristones su suerte en sus peceras. Pero se cuentan más sillas que comensales y todo indica que aquí se han vivido días mejores. Los chinos invaden los centros turísticos y este de Semporna presenta demasiadas calvas. Ahí pasea una familia alemana, por allá se ve a dos chicos australianos, un grupo de españoles ríe a carcajadas en una mesa.

Mantabuan por Hachero

Pero los turistas occidentales son los menos, apenas una gota en el mar de chinos que se multiplican de año en año al amparo del crecimiento económico de su país y que, aún con la amenaza de secuestros, siguen siendo aquí mayoritarios. Una tragedia para la economía malaya porque el turismo supone un puntal muy importante en la economía de Sabah y el ridículo internacional es grande si permiten que lanchitas de piratas te invadan la región cuando les viene en gana...

Mantabuan por Hachero

Mis compañeros chinos se dividen en dos grupos: a un barco los que practicarán snorkle, al otro los del buceo con botellas. Dos chicas ni se inmutan y no se mojarán ni un pie: sólo se hacen fotos, compulsivas, casi sin apenas tiempo de reposar la anterior, creo que apenas miran el paisaje y sólo lo ven en los encuadres, como fondo. Y hablando de fondos, el fondo marino de Mantabuan es un espectáculo de vida y color, estamos en el punto más alejado del conocido como Semporna Islands Marina Park y, según reza la publicidad del Singamata, el arrecife coralíneo decuplica la superficie de la misma isla. Por allá aparece parsimoniosa una tortuga ante el entusiasmo de los chinos que pronto tuercen la cabeza para observar atónitos un gran banco de peces tropicales que parecen atravesar al bañista y perderse más tarde por el bosque de coral con sus extravagantes formas.

Mantabuan por Hachero

Mientras, en la distancia, los soldados observan a los extranjeros con indisimulado hastío. Los militares sudan mientras otean el horizonte, escrutan una pequeña embarcación que cruza el horizonte, sueñan con intercambiarse con aquellos chinos que disfrutan de un entorno privilegiado. Un entorno cansino, enloquecedor, amenazante. Allá a lo lejos una bandada de peces salta al unísono fuera del mar, más allá una nube descarga lluvia sobre la isla vecina, acá una bandada de aves surca el cielo despreocupada. No me siento inseguro ni parece que vayan a secuestrarnos en cualquier momento, pero quién sabe: tal vez el sueño del sultán no tenga tanto que ver con el reino medieval sino con billones de metros cúbicos de gas y millones de barriles de petróleo...


Mantabuan por Hachero

Más literatura sobre la inseguridad en el área:

http://www.straitstimes.com/the-big-story/asia-report/malaysia/story/mabul-island-no-longer-the-safest-area-sabahs-east-coast-20

http://www.therakyatpost.com/news/2014/07/14/dont-travel-east-sabah-britons-warned/

http://es.globalvoicesonline.org/2013/03/15/los-malayos-apoyan-una-ofensiva-del-ejercito-contra-los-terroristas-de-sabah/

Mantabuan por Hachero

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Viaje a Borneo: pesadilla en el paraíso del submarinismo (I)

Mantabuan por Hachero

Mantabuan no mide más de diez hectáreas pero al menos quince soldados malayos fuertemente pertrechados patrullan su perímetro. ‘Yo llevo tres años’, cuenta uno montado en una cuatrimoto con su M-16 al cuello y sudando copioso. 'Bienvenido al puesto de la isla de Mantabuan', saluda un cartel que parece una amenaza más que una bienvenida bajo el que se parapeta un soldado con gafas oscuras tras unos sacos terreros. El sol cae a plomo en esta minúscula isla, hogar de dos familias de pescadores y con una pequeña pero frondosa selva donde se esconde el cuartel de los militares.

Mantabuan por Hachero

Las aguas turquesas, el horizonte salpicado de islas rebosantes de vegetación que resbalan hasta el mar de las Célebes, el cielo nítido y azul, las barreras de corales. Ninguno de los soldados contempla el maravilloso paisaje con mis ojos. En los suyos hay cansancio, sopor, aburrimiento. Tan sólo la llegada, de cuando en cuando, de un bote cargado de turistas, sobre todo chinos, rompe la monotonía. Los chinos saltan despreocupados a tierra, a la isla de Mantabuan, y se aglomeran ante los soldados, que descansan bajo una frágil techumbre. Suenan clicks, saltan flashes, los soldados sonríen de mala gana, agarran firmes sus fusiles, posan junto a los turistas, juguetean con sus móviles.

Mantabuan por Hachero

En una hamaca otro soldado desgasta las yemas de los dedos pasando pantallas en su smartphone. El sopor se une al calor y la escena no deja de tener su interés. Los turistas chinos fotografían y se fotografían, se toman selfies, adoptan extrañas poses en la orilla, parecen salidos de otro mundo, un universo kitsch y multicolor que pasea despreocupado por una isla de postal mientras que a pocos metros los soldados languidecen aburridos aunque, de cuando en cuando, afinan sus prismáticos por si algo sospechoso merodea el pequeño reino del coral.

Mantabuan por Hachero

Mantabuan por Hachero

Mantabuan por Hachero

Porque esos soldados velan por la seguridad de los turistas, sobre todo chinos, que han sido repetidas veces secuestrados en el paraíso del submarinismo por piratas islámicos filipinos que viven a apenas dos horas de aquí. A principios de 2013 un grupo de unos doscientos milicianos provenientes de las filipinas islas Jolo invadió esta región malasia de Sabah, en el norte de la isla de Borneo, y exigió su integración en el Sultanato de Jolo, un reino que floreció en el medievo y que se extendía por estos idílicos paisajes. Los guerrilleros se atrincheraron en la ciudad de Lahad Datu, a unos kilómetros de aquí, y se montó una carnicería que pasó desapercibida en los medios occidentales pero que ha convertido el paraíso del submarinismo en una zona de alto riesgo. El ejército malasio aplastó la ridícula invasión pero muchos milicanos se escondieron entre la gran población inmigrante filipina y, dicen, señalan los objetivos: turistas, en su mayoría. Desde entonces hay que andarse con mil ojos y de cuando en cuando alguno cae prisionero de los molestos vecinos.

Mantabuan por Hachero

‘Tonterías’, dice Lew mientras reparte los equipos de buceo a un grupo de chinos que se disponen a embarcarse rumbo a los corales de Mantabuan. Lew trabaja en Singamata Reef Ressot, uno de los más populares centros de buceo de Semporna, y también noticia porque el último secuestro se cometió en sus instalaciones. Situado a algo más de una milla de la ciudad, el complejo se levanta sobre las poco profundas aguas del mar de las Célebes y supone un objetivo fácil para los piratas que quieren pescar arriba del mar. Lew se indigna cuando le pregunto por los secuestros y mira al cielo mientras pregunta quién está libre de sufrir algún mal. 'Mejor mire allá, mire qué foto hay desde aquí'. Coincido en su sentido de la estética pero el gesto se le tuerce cuando pasa lentamente una lancha de la policía junto a las instalaciones y el piloto frunce el ceño tras sus grandes gafas de sol mientras comprueba que todo va bien.

Mantabuan por Hachero


El ressort ofrece habitaciones que tienen como vecinas a los peces y a las islas que recortan su silueta en el horizonte, un mar turquesa y pasillos de madera que circulan sobre el agua. Una noche apareció una embarcación de la nada, seis hombres armados treparon al conjunto turístico y se llevaron a una turista china y a una empleada filipina del ressort. El cautiverio se prolongó durante dos meses y originó una herida profunda en el negocio turístico del paraíso del buceo. Un negocio sin igual, quitando la pesca, claro está, que aquí es abundante y emplea a muchos vecinos.

Mantabuan por Hachero

Mantabuan por Hachero

Pero había mencionado un sultanato, el de Jolo, que parece una cosa tan remota y arcaica como los reinos de los cómics. Pero el sultanato de Jolo tuvo su momento de gloria en 1457 y su capital en la isla del mismo nombre, Jolo, que hoy forma parte de las Filipinas. Lo que fue su imperio quedó en manos de España, en un principio, y más tarde repartido entre Malasia y Filipinas. La región de Sabah, en Borneo, pasó a formar parte del estado de Malasia después de su independencia tras la II Guerra Mundial, ante el berrinche del sultán de las Jolo, aunque el sultán tenía una carta escondida: un acuerdo firmado con la Compañía Británica de Borneo del Norte para explotar la región por el que aún hoy el gobierno de Kuala Lumpur paga algo más de mil euros anuales al sultanato como compensación.

Mantabuan por Hachero

Paparruchas, deben pensar en las Jolo, furiosos por la dádiva y por la pérdida de sus territorios ancestrales. El sultanato quedó entonces dividido y los musulmanes de las Jolo con una mueca de disgusto que incluso llegó al gobierno de Manila y que a punto estuvo de degenerar en guerra cuando Ferdinand Marcos preparó un plan militar para recuperar sus pretendidas posesiones (conocida como Operación Merdeka). Cosas del pasado porque hoy Manila tiene muchos más problemas de los que ocuparse que de invadir a la vecina Malasia, a pesar del dulce caramelo de un terreno tan saturado de gas en su subsuelo como de corales bajo las aguas transparentes de sus miles de islas. Según esta página (pincha aquí) Sabah tiene alrededor de 11 billones de metros cúbicos de gas y 1.500 millones de reservas petrolíferas, el 11% y el 25% respectivamente de las expectativas de todo el país. Las aspiraciones del sultanato se unen pues a la avaricia nacional de un tesoro más jugoso que el que haya podido enterrar algún pirata en estas paradisíacas playas... Los militares, mientras tanto, siguen patrullando el perímetro, un perímetro breve y ajustado en el que el único punto de interés no es la isla cercana, el insultante azul traslúcido del mar o la caprichosa forma de aquella nube sino el nuevo disparate fotográfico de los turistas chinos...

Mantabuan por Hachero

La invasión de los musulmanes filipinos en 2013 dio un giro cuando el sultán de las Jolo, Jamalul Kiram II, fallecía poco después de la dudosa hazaña de puro viejo en un hospital de Manila, aunque su hija, la princesa Jacel Kiram, ha prometido continuar la obra de su padre y recuperar, como sea, la región de Sabah. Por si el problema fuera poco, los malasios sospechan que Nur Misuari, el líder del Frente Moro de Liberación Nacional, enfrentado al gobierno de Manila y que hace un año invadió la ciudad de Zamboanga, al sur del Mindanao filipino, ha tomado el testigo de las aspiraciones del fallecido sultán de Jolo y se une así a la larga lista de amenazas para los amantes del submarinismo en uno de los lugares más espectaculares del planeta: los que suspiran por el sultanato, los orates de Abu Sayyaf, los terroríficos Yemaah Islamiya, grupos de piratas eventuales y, ahora, los revoltosos guerrilleros del Frente Moro.  Según el comando de seguridad de Sabah, los Esscom, operan al menos catorce grupos de secuestradores filipinos en la zona, de los que tan sólo cuatro han podido materializar algún secuestro, y entre ellos mencionan a los terroríficos Abu Sayyaf, que ya secuestró en Sipadan a 21 personas en el año 2000.

Mantabuan por Hachero

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