miércoles, 16 de septiembre de 2015

Viaje a la frontera turco-siria: V de Kobane


En la cola del reparto de alimentos de la Media Cruz Roja, o en las escaleras a medio acabar de un edificio sin terminar, en el interior de una mezquita, en las calles, en tiendas, en comercios cerrados, en jardines y en los campos de refugiados. Los vecinos de Kobane refugiados en la ciudad turca de Suruc sacaban la mejor de sus sonrisas y ponían dos dedos en forma de uve. V de Kobane. V de resistencia, de no podrán con nosotros. V de Victoria.

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¿O será V de paz? ¿De basta ya? El uso de los dos dedos en forma de V se popularizó en la Segunda Guerra Mundial y desde entonces no hay poderoso o mindundi que no lo haya usado. Un gesto tan natural que sale sin pensarlo, sin pretenderlo, un gesto de dignidad o de cabezonería pero un gesto que se ha convertido en universal.

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Durante la guerra de los Cien Años los franceses juraron cortar los dedos corazón e índice de todos los arqueros británicos que capturaran en la batalla de Agincourt para que nunca más pudieran disparar sus flechas. Los ingleses, sin embargo, salieron victoriosos y se dedicaron a enseñar esos dedos tan odiados en Francia, unos dedos que, además, formaban una V, la V de victoria. Eso, al menos, dice la leyenda (pincha aquí), según unos escritos de Jean de Wavrin contenidos en la Biblioteca Nacional de Francia en los que se hablaba de que 'cortarían tres dedos de la mano derecha a todos los arqueros hechos prisioneros para que no murieran más hombres ni caballos' (sic).

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Pero un historiador inglés le dio la vuelta a la tortilla porque vio que los tres dedos exigidos por los franceses excedían en uno a los ofrecidos por los ingleses y en ese mismo artículo recuerda ese gesto en la mano del rollizo Winston Churchill repetido hasta la saciedad. Sir Winston no desaprovechaba la ocasión para hacer el símbolo de la V y se popularizó como el de la Victoria.

RICHARD NIXON FAREWELL
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Sea suyo, sea de los arqueros, sea un símbolo esotérico o sea lo que sea, los dos dedos en forma de V ya son una propiedad del planeta entero y aunque todo parece indicar que tiene cierto origen anglosajón, no hay persona en este mundo que no lo use como propio. El Washington Post enumera esta serie de personajes y momentos curiosos, comenzando por la la BBC, donde se menciona a un tal coronel Britton instando a usar el símbolo como gesto de resistencia en los territorios ocupados de Francia frente a los invasores nazis. La V es la inicial de la española Victoria pero también de la inglesa Victory y de la francesa Victoire y de la holandesa Vrijheid, que significa libertad. Los afroamericanos en los tiempos de Luther King usaban la doble V como reclamo de igualdad. Truman, Eisenhower o Nixon también usaron este gesto, este último de un modo especialmente ridículo que ha pasado a la historia. Por no hablar de Lech Walesa, en su épica lucha contra la Unión Soviética, la inefable Margaret Thatcher tras derrotar a los argentinos en la guerra por las Malvinas, o Yaser Arafat al modo Churchill: repetidamente, siempre que tenía ocasión, casi como modo de reafirmarse.

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'Kobane será nuestro Stalingrado', decían, y dicen, los kurdos, y supongo que lo dicen, y lo decían, desde el punto de vista soviético, del de los vencedores, los de la V. Los combates se producen en cada calle, en cada casa, en cada estancia, y la sensación que flota en el ambiente es que el vencedor, el de la V, se llevará también la victoria final de la guerra, como ocurrió en Rusia. Claro que ni Kobane es Stalingrado ni el número de muertos de la segunda es comparable a los que ya han caído en la primera. Los kurdos sueñan con poner la primera piedra de un estado independiente, un Kurdistán que englobe a los kurdos de Siria con los del sur de Turquía y los ya independientes de facto del norte de Irak. Al menos esos. Los kurdos de Irán tendrán que esperar porque su inclusión en ese hipotético país es algo menos que una quimera (de momento).

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Pero mientras eso ocurre, los vecinos de Kobane que han ocupado cualquier hueco de Suruc, desde campos de refugiados en mitad de sembrados a edificios a medio construir o mezquitas atestadas, levantan sus dedos índice y corazón y posan ante las cámaras. Victoria, paz, tesón. No importa. Y tampoco importa que el gesto venga de los arqueros británicos, de Winston Churchill o de John Lennon. Estamos aquí, parecen decir, no han podido borrarnos del mapa. Y eso siempre es una victoria. Con Uve.

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