jueves, 17 de mayo de 2012

Viaje a Myanmar: los 777 escalones del Monte Popa








Los espíritus de los muertos birmanos y de las flores y de los árboles y de los animales deambulan como ánimas flotantes por los enormes espacios interiores del Asia Central hasta que, aprovechando la luna llena de cada mes de mayo, se juntan alegres sobre la cúspide de un antiguo volcán convertido hoy en templo budista. El monte se llama Popa y se dice todo junto: Monte Popa, y además de servir de refugio a esos pobres espíritus erráticos y vagabundos, es la residencia habitual de otros treinta y siete Grandes Nats, unos espíritus muy queridos por los birmanos de a pie que acuden por manadas para rendirles tributo. Llegué en coche desde Bagan, uno de los lugares más fascinantes de Asia gracias a miles de pagodas de todos los tamaños esparcidas por doquier. Frente a Bagan el Monte Popa era la antítesis, tan sólo un monte, en vertical, y no a lo ancho, y tan sólo un conjunto de construcciones religiosas y no miles de templos de todos los tamaños. Frente a mí, un empinado complejo, unas empinadas escaleras, una empinada creencia.


Y no es fácil porque el Monte Popa es precisamente eso, un monte, y como tal mide mil quinientos dieciocho metros y tiene una cúspide a la que se accede tras una tormentosa escalera de piedra a cuyos lados se agolpan multitudes que se empeñan en vender estatuitas, refrescos, frutas, collares, escapularios y un sinfín de baratijas que no son del agrado del turista cuando sube y tampoco suelen serlo cuando baja porque el cansancio hace mella también en la cartera. Según esta página: El baúl de Josete, fue un anacoreta birmano llamado Ya Thay Gyi Khandi U el que esculpió los setecientos setenta y siete escalones que conducen a la cima a principios del siglo XX, un acto de valentía y paciencia que también demostró levantando otras pagodas impresionantes en su país y que lo dejaron paralizado al final de su vida: normal, sólo subir cansa, imaginen esculpir esa escalinata. Eso sí, el anciano y venerable Ya Thay se ganó el respeto de sus paisanos, que lo trataron como a un santo en vida, y de los colonos británicos, que le regalaron toda suerte de salvoconductos para viajar sin problemas. Viajar sin problemas por su propio país, eso sí.



Dicen los birmanos que los nats han deambulado por aquí siempre pero que fue en el año 1077 cuando el rey Anawrahta los convirtió al budismo y perdieron algo del espíritu agreste que los caracterizaba. A los peregrinos parece darles igual que se mezclen sentimientos animistas con el budismo, tampoco parecen asustados de pasear sobre un volcán surgido de las entrañas de la tierra por un espantoso terremoto hace casi treinta siglos ni que aquel rey, el tal Anawrahta acabara con una tradición de siete siglos durante los que los reyes que estimaban en algo su corona debían de subir los setecientos setenta y siete escalones que conducen al agotado devoto al santuario de los Nats Mahagiri para consultar el futuro de su reinado a los ya mentados Grandes Nats.

Los Nats
Hoy el Monte Popa, que en sanscrito significa Monte de la Flor por el suelo volcánico que lo ha convertido en un vergel en mitad del desierto, es uno de los lugares más curiosos de ese torturado país, Myanmar, o Birmania para el bueno de Orwell, el país de Aung San Suu Kyy (ver mi post al respecto, Los Mundos de Hachero: viaje a Myanmar el país de las sonrisas) .


En su cima, un coqueto templo historiado avisa a los iletrados campesinos al estilo de nuestras catedrales románicas, con sus tenebrosos altorelieves, y de nuestros pintores de toda época: en el Más Allá los Nats te esperan con el fuego eterno de los pecaminosos: portaros bien, no sean malos, los Nats vigilan, deambulan por los aires, se reúnen en el Monte Popa para tomar un respiro pero te observan...






  © José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com







martes, 15 de mayo de 2012

Viaje al Príncipe de Asturias: se vende portaaviones











A mediados de junio de 1715 el capitán Pedro Despoix se dirige a la isla de Mallorca para terminar la guerra de Sucesión y cambiar el nombre de su capital, ciutat de Mallorca, por el más castizo de Palma. El capitán comandaba la fragata Príncipe de Asturias, la primera nave española que portaba ese nombre y que cargaba cuarenta y cuatro cañones. En abril de 1719 la fragata zarpa de Cádiz con el alias de Infante, destino La Habana y Veracruz, en Cuba y México, respectivamente, y una mala nueva: España ha entrado en guerra nuevamente con Francia y Gran Bretaña. Una noticia recurrente que no debió de sorprender al virrey de México, preocupado por sus propias revueltas, y al gobernador de La Habana, acostumbrado a lidiar con los piratas de su Graciosa Majestad. Tras los movidos inicios del Príncipe de Asturias vendrían, a lo largo de los años, cuatro navíos, dos fragatas más y una corbeta con el mismo nombre. Uno de aquellos navíos incluso luchó en la batalla de Trafalgar, capitaneado por el legendario brigadier Gravina. La mayoría de ellos, de los Príncipe de Asturias, fue construido en Galicia y, cosas de la historia, desechos en La Habana. A excepción de la primera fragata, la del capitán Despoix, que después de varios viajes a América, portador de malas nuevas, fue hundido en El Puerto de Santamaría para habilitar sus muelles.


Desde este primero, armado en Pasajes en 1714, hasta el último, el portaaviones construido en El Ferrol en 1982, nueve Príncipes han navegado por los mares del planeta, al principio representando a la más poderosa marina del mundo, más tarde atestiguando cómo un imperio se desmoronaba, hoy día presa de recortes y reformas que lo dejan arrinconado cuando aún le resta un lustro de vida. Pesan más los treinta y cinco millones de euros que precisa su mantenimiento anual y el 25% menos de presupuesto que la Armada tiene desde 2008…

































El 22 de mayo de 1982 la marina española pudo fardar de flota europea y presentó con el boato preciso su nueva joya de los mares: el Príncipe de Asturias (R11), una presentación que ya llegaba tarde porque debió de presentarse un año antes, una presentación que, por cierto, tampoco sirvió de mucho porque el moderno buque no entró en servicio hasta el 30 de mayo de 1988, seis años después, y por poco tiempo porque poco después regresó a los astilleros para reacondicionarse. A bordo terminó su formación Felipe de Borbón como alférez de la Armada y, aparte de algunas maniobras y conmemoraciones, el imponente buque no ha servido para mucho más. Estuvo en la Southern Guard en el golfo pérsico y cubrió algunas operaciones en la guerra de Kuwait, en 1991. Posteriormente se unió a las acciones de la UNPROFOR en el Adriático para proteger a los cascos azules, y en Cádiz todavía se le recuerda por una ofrenda floral con motivo del segundo centenario de la batalla de Trafalgar, frente a las costas gaditanas. Se planteó su participación en el bloqueo a Gadaffi en la guerra de Libia pero un problema con el software del radar tridimensional lo hizo inútil para la zona de exclusión aérea así que pasó de puntillas por su última oportunidad bélica.


En su grupo aéreo tienen cabida hasta veintinueve aeronaves, diecisiete en el hangar y doce en cubierta, tiene 196 metros de eslora y algo más de veinticuatro de manga, un calado de 9,4 metros y 17200 toneladas, lo que hizo de él el mayor buque de la Armada hasta la entrada en servicio del Juan Carlos I, un buque de asalto anfibio que salió de los astilleros gallegos de Navantia en 2008.


En la historia de la compraventa de grandes aeronaves, la subasta a la que se enfrentará el que fue emblema de la flota española no es la primera ni será la última. El ministerio de defensa de los Estados Unidos de América ha sacado a subasta su portaaviones Ark Royal R07, un buque que perteneció a la Marina Real Británica. Si tiene interés en colocarlo sobre el televisor, tiene hasta las diez horas de la mañana del 13 de junio para pujar por él en www.edisposals.com, algo así como el eBay de los militares. Hace poco tiempo, la marina británica consiguió vender el portaaviones Invincible a una chaterrería turca, y no hablamos de cualquier buque sino de uno de los emblemas en la guerra de las Malvinas e insignia de la flota inglesa tras la jubilación del HMS Hermes, vendido a otra chatarrería, en aquella ocasión india.


En el caso de la marina española, la Armada se quedará sin portaaviones cuando algún avispado comprador adquiera el R11 Príncipe de Asturias. Defensa quiere desprenderse de él antes de que se convierta en chatarra y no sirva ni de arrecife costero pero encontrar un comprador es una tarea titánica hoy día. Según publican diferentes medios, los sucesivos retrasos presupuestarios a la hora de renovar sus sistemas de combate, de navegación interior y de navegación lo han dejado tan obsoleto que ahora resulta absurdo gastarse los 35 millones de euros que necesita para su actualización. Tras el verano, dicen las fuentes, el portaaviones no volverá a zarpar de la base de Rota, en Cádiz, desde donde se le buscará nuevo dueño. Adiós, portaaviones, y con él, además, dos fragatas, de la clase Santa María, aunque se incorpora una nueva, la Cristóbal Colón, mucho más moderna y efectiva.


El 28 de julio de 1588, aturdido y anonadado por las noticias que llegaban del canal de la Mancha y de su Armada Invencible, Felipe II meneó la cabeza con pesar y acertó a decir: ‘no mandé a mis naves a luchar contra los elementos’. No sabemos si Juan Carlos I habrá meneado su cabeza pero sí que podría repetir la legendaria frase. Sólo que debería cambiar los elementos. Y colocar la palabra ‘crisis’.



Bibliografía Príncipe de Asturias:

http://www.todoavante.es/index.php/Pr%C3%ADncipe_de_Asturias_(1714)
http://www.armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/buques_superficie/01_portaaviones-principe-de-asturias







 © José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com




domingo, 13 de mayo de 2012

Juan Bermúdez: el hombre que descubrió América dos veces




De ser ciertas las pesquisas de Torcuato Luca de Tena en su libro 'Los mil y un descubrimientos de América', Juan Bermúdez descubrió América dos veces. La primera sin querer. La segunda, bajo el mando de Colón. Sin embargo, Bermúdez ha pasado a la historia por algo mucho más prosaico. Su apellido da nombre a una prenda playera, un bañador con medias perneras. Las bermudas. Juan Bermúdez pudo ser uno de los marineros que viajó en la expedición de Alonso Sánchez en su involuntario viaje a América, un viaje de leyenda que en Huelva se da por cierto y que el periodista madrileño sacó de las tinieblas de la memoria con una poesía del siglo XV que mencionan la aventura de unos marineros que descubren unas tierras más allá del Océano Tenebroso ocho años antes que Cristóbal Colón. Luca de Tena abre esa posibilidad a raíz de los versos populares de La Gomera, la isla donde supuestamente llegaron los náufragos de aquella desconocida gesta, unos versos que mencionan ese nombre: Juan Bermúdez, marinero de Huelva. Luego aparece otro Juan Bermúdez en la tripulación de Colón y plantea la hipótesis de que acaso fuera el mismo. Se trata de una idea descabellada pero apetecible para los narradores de cuentos inverosímiles. Descabellada porque su muerte ocurrió en 1570, casi un siglo después de su pretendido y legendario viaje con Alonso Sánchez.

           

Embarcado junto a su hermano Diego en el primer viaje de Colón, Juan Bermúdez llegó a América a bordo de la Pinta y debió de quedar encantado porque poco después repitió exploración por cuenta propia y descubrió varias islas en el Caribe. Las denominó Bermudas, puede que en un arranque de egolatría o, como sostienen otros, en honor del rey Bermudo, su pretendido antepasado. La historia es confusa porque no se sabe si la descubrió en 1503, como creen sus habitantes, o en 1505. Otros dicen que en 1515, y hasta que en 1522. Tampoco si naufragó a su paso por la isla o si la avistó pero no llegó a detenerse. Lo único que queda es su nombre, aunque por un tiempo se la conoció como la Garza, el velero en el que navegaba Bermúdez. La referencia más temprana se remonta a 1511, cuando el cartógrafo Pedro Mártir menciona la isla en uno de sus mapas como 'La Bermuda'. Si enlazamos este baile de cifras a la fecha de su muerte, 1570, y a la hipótesis de Luca de Tena, resulta que Juan fue un hombre extraordinariamente longevo que murió casi cien años después de aquel viaje, o bien sorprendentemente precoz y descubrió el continente por vez primera prácticamente en pañales. Así pues, el onubense Bermúdez es un personaje infravalorado. Regaló a la Humanidad un archipiélago recurrente en películas por las desapariciones de barcos y de aviones. Descubrió dos veces el mismo continente. Sin embargo, Juan Bermúdez ha dejado su impronta en forma de definición de la Real Academia de la Lengua Española. 'Tipo de pantalón ajustado que llega a la rodilla sin cubrirla'.



Bibliografía:
Torcuato Luca de Tena, Los Mil descubrimientos de América, Eds. de la Revista de Occidente, 1968 / ABC 10/09/1965, artículo de Torcuato Luca de Tena
Historia General y Natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano, Gonzalo Fernández de Oviedo, 1ª Parte, Madrid, Imprenta de la Real Academia de la Historia, 1851.


©José Luis Sánchez Hachero
sanchezhachero@hotmail.com

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