domingo, 8 de junio de 2014

Viaje a Ecuador: los indígenas de Otavalo tienen prohibido cortarse las trenzas



Los indígenas de San Luis de Otavalo son tan de estampa que el ayuntamiento de la ciudad prohíbe a los peluqueros cortar las trenzas de los menores de edad sin el consentimiento de sus padres. No es broma, pincha aquí para ver la noticia<. Dicen las crónicas que los jóvenes indígenas del siglo XXI preferían peinados modernos, imitando quién sabe si a Cristiano Ronaldo o a Justin Bieber, que los viejos del lugar temblaban al imaginar a un quichua punki, o hippy, o rasta, o tal vez rocker. No es un tema baladí, debieron de pensar las mentes pensantes de la ciudad, porque el 60% de los vecinos son indígenas de postal, indígenas que salieron en trompa de su valle ancestral para desaparramarse por medio mundo, una catarata de indígenas que uno puede asombrarse de que haya tantos en el Retiro de Madrid como en la ile de France sin que su número parezca descender en su hogar ancestral. El pelo es sagrado en la cosmogonía de los otavalos, el nombre de los indígenas del que deriva el nombre de esta ciudad al norte de Ecuador, muy cerca ya de Colombia.

Otavalo por Hachero

Pasear por sus calles y plazas es lo más parecido a zambullirse en un documental de la National Geographic (o de la BBC), los otavalos están por todas partes, serpenteando coloridamente por sus calles coloniales, entre restos del mercado y columnas desconchadas. Porque si algo caracteriza a este pueblo, eso es su vestimenta. Ellas lucen una enorme cantidad de collares dorados, llamados Gualcas, unas sartas que deben de ser amarillas porque el maíz y la riqueza tienen este color, una colorida muestra identitaria que se enrosca por sus cuellos hasta formar una sensación de agobio parecida a los de las mujeres jirafa de Tailandia.

Otavalo por Hachero

Pero, y por si no fueran las cuentas lo suficientemente llamativas, las indígenas además visten apuestas sus camisas bordadas, siempre blancas y con final en los tobillos, una manta de algodón enorme que da dos vueltas al cuerpo, con los bordes atractivamente bordados con hilos multicolores y que ellas llaman Anaco Blanco para distinguirlo del Anaco Negro, que superponen al anterior y que adornan con historiografías de árboles, pachamama y mares, vestimentas ya excesivas pero que no conforman ni la mitad porque le sigue lo que llaman Mama Chumbi, una gran faja a fin de cuentas que les da seguridad y fuerza y sobre la que se superpone la Chumbi, que puede medir hasta tres metros y que necesita otras seis o siete vueltas sobre la Mama Chumbi para que el cuerpo recupere cierta forma femenina.

Otavalo por Hachero

Otavalo por Hachero


Y ni aún así habremos terminado. La Fachalina es el paño, bien blanco bien negro, que va sobre la camisa y que se sostiene con prendedores de cobre o plata, y no olvidemos la Huma Watarina, una prenda de lana de color negro con franjas blancas que representa la dualidad de la cosmovisión andina y que lo mismo sirve para enfrentar la noche al día que el hombre a la mujer, amén de mitigar el gran frío de estas tierras montañosas porque, desvelémoslo, no deja de ser una gran manta. Y si las gualcas son imprescindibles, no olvidemos las Orejeras, que pueden constar lo mismo de una moneda de plata que de un crucifijo, y que no los veremos de diario porque, plata al fin y al cabo, se reserva para las fiestas. La cinta para el cabello y el sombrero, que impusieron los conquistadores españoles, coronan la vestimenta de unas mujeres que deben de acabar exhaustas con tanta capa textil.

Otavalo por Hachero


Los hombres tienen costumbres algo menos churriguerescas en sus modas, y las camisas, pantalones, alpargatas y ponchos son suficientes para encarar la calle sin miedos pero volvemos a la trenza, siempre la trenza, que en los otavalos tiene tanta importancia como para involucrar a los peluqueros. Antiguamente el otavalo dejaba crecer el pelo por delante y por detrás de la cabeza atándose un hilo para que no les nublara la vista, un hermoso concepto de la greña que se cambió por el más prosaico de la trenza a la espalda. Los otavalos, que en el fondo son unos guasones, llegan a asegurar que la trenza es 'un sexto sentido que permite una comunicación más fluida con el medio ambiente...'. 'Sin trenza uno se queda sin brújula', comentan en esta noticia. Para conocer mejor a los otavalos, pincha aquí.

Otavalo por Hachero

Otavalo por Hachero

La ciudad avanza imperturbable hacia su quinto milenio, que no es poco, desde que el infame Sebastián Moyano la fundara allá por el año 1534, dos años después de que este conquistador andaluz sufriera su punto más bajo: mató un burro de un golpetazo, que ya es decir, y huyó a las tierras descubiertas poco antes para terminar su vida convertido en un monstruo que lo mismo demostraba un genio militar derrotando a los ejércitos incas que una crueldad sin límites con los pueblos conquistados. El actual asentamiento se levanta sobre el enclave que el sanguinario vencedor de Atahualpa eligió, como ya hizo con Cali, Pasto, Popayán o Guayaquil en su loca búsqueda de Eldorado. El núcleo de Otavalo creció rápidamente porque estos indígenas, no sólo otavalos sino también poritacos, guancas, guamaraconas y kayambis, eran muy prolíficos y hacendosos elaborando artesanías y cultivando sus tierras así que pronto fueron captados por la corona de España.

Otavalo por Hachero

Sin embargo los indígenas con los que me cruzo deben de ser el resultado de la selección de las especies porque, y dicen las crónicas, en los últimos quinientos años han sufrido de todo: primero los invadieron los incas, que dejaron muy diezmada su población. Más tarde Belalcázar y sus colegas, que no se andaban con sutilezas, dejaron a los núcleos de indígenas medio acabados. Finalmente llegaron los invasores invisibles: la viruela, el sarampión. Por si fuera poco, Belalcázar se llevó a más de cuatro mil vecinos para su loca búsqueda de Eldorado, la mayoría de los cuales no volvió a poner un pie en sus frías tierras. Y aún así, las comunidades de Otavalo siguieron produciendo tal cantidad de bienes que su nombre era sinónimo de riqueza y de impuestos. Tanto que el propio Simón Bolívar, en su gesta liberadora, pasó por sus tierras en 1829 y le concedió el título de ciudad, en lugar de la simple villa que era entonces (y que me atrevo a decir sigue siendo hoy).

Otavalo por Hachero

El mercado de las artesanías está hoy gris y frío. Las grandes mantas bordadas con paisajes imposibles tiemblan sacudidas por las ráfagas de viento. El día grande es el sábado, como pasa en todas partes, pero cualquier mañana basta para hacerse una idea de la cantidad de manufacturas que comercia la región. Alfombras, ponchos, pantalones de mil colores, sombreros, verdura que parece brotar de las esquinas, helados, collares, mangos, chancho asado, pieles recién curtidas. Un universo de color tan firmemente arraigado a sus ancestrales costumbres que me asombro de no encontrar un puestecillo dedicado a la seña de identidad por excelencia. La trenza.

Otavalo por Hachero

miércoles, 4 de junio de 2014

Viaje a Senegal: en la ciudad colonial de Saint Louis


Corría el mes de junio de 1816 cuando la fragata Meduse partió del puerto francés de Rochefort rumbo al senegalés de Saint Louis sin sospechar siquiera que estaba destinado a convertirse en un icono de la desgracia. La fragata se las prometía muy feliz porque su misión era todo un logro patriótico: recuperar la colonia de Saint Louis de manos de los invasores británicos tras la debacle de Napoleón. Sin embargo, todo lo que podía salir mal, salió mal, y la tragedia de la tripulación aún perdura hoy a través del famoso lienzo del pintor francés Gericault titulado La balsa de la Medusa, un óleo que congela en el tiempo una de las escenas que imaginó a bordo de una frágil embarcación sobre la que se arremolinaba centenar y medio de náufragos de los cuatrocientos pasajeros iniciales.

La balsa de la Medusa

Tan sólo quince personas consiguieron sobrevivir a las dos terribles semanas que permanecieron a merced de las olas, soportando hambre y frío, devorando los cuerpos de los que fallecían y de los que mataban porque consideraban culpables de su desgracia, penetrando por la puerta grande en la más salada locura. La desgracia ocurrió en 1816 y la fragata Meduse se dirigía al puerto de Saint Louis en el camino inverso que, apenas dos siglos después, habrían de emprender miles de senegaleses en busca de los puertos europeos donde presumían cascadas de miel y montañas de pan.

saint louis por hachero

El puesto de Amina en el mercado de Saint Louis resume toda la ciudad. Decadente, aplastado por una pátina de polvo que desluce el brillo de un antiguo esplendor, con un aire colonial escondido tras sus desconchones, enérgico y ajetreado, con un nosequé naif que mueve a la compasión. Amina, con sus ochenta primaveras, se esfuerza por vender patatas y cebollas en una calle polvorienta y sin asfaltar bajo todo un universo de molestas moscas que forman nubes y tiñen de negro las sombrillas de los vendedores. Una vez se abandona el centro histórico, Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000, Saint Louis se interna en el clásico cliché del África que tanto molesta al visitante occidental: caótica, polvorienta, pobre, intensa.

saint louis por hachero

Amina está contrariada porque su hijo Mustafá ha vuelto del desierto del Sahara, y lo ha hecho andando, en lo que era su tercer intento por alcanzar Europa. 'La próxima lo logrará', dice la anciana con una amplia sonrisa de esperanza en la que muestra una boca desdentada. Su historia no es nueva en este blog, ya la conté aquí

saint louis por hachero

Saint Louis por Hachero

Doscientos años después, el mar sigue ofreciendo imágenes tan impactantes como las de la Medusa. En el barrio de Guet Ndar, entre rebaños de cabras, niños desnudos y cantos del muecín, Hassan y sus amigos me hablan del callejón sin salida de sus vecinos. Hassan, y los demás, han sido pescadores aunque ahora deambulan con un rosario en la mano aprovechando el ramadan y buscando la mejor posición a La Meca. Guet Ndar es el barrio de los pescadores, un barrio superpoblado y, tal vez por eso mismo, inmerso en un ambiente que parece invitar a eso de 'tonto el último'.

saint louis por hachero
Hassan y sus amigos se quejan amargamente: 'ya no quedan buenos pilotos'

'Cada vez hay menos pilotos', se quejaba amargamente Hassan mientras el almuédano rompe el breve silencio de la tarde con su llamada a la oración, 'todos se fueron a las Canarias y ahora no hay quien maneje bien los barcos y se pesca mucho menos'. En el momento álgido de la inmigración ilegal a bordo de cayucos, en 2006, cuando cientos de jóvenes enfilaron proa al norte y muchos perdieron la vida en el intento, el barrio perdió algo más que una multitud de jóvenes: se fueron los que tenían el know how, como el que dice. Lo peor de todo, además, es que muchos de aquellos jóvenes se fueron para revivir la tragedia del Medusa y fueron cientos, tal vez miles, los que acabaron bajo las aguas y quién sabe si no hubo quien responsabilizara al piloto y terminara devorándolo también... Así está la situación hoy: pincha aquí.

deportados llegando a Saint Louis por Hachero

Los deportados desde España llegaban a Saint Louis pensando que aterrizaban en Barcelona...

Saint Louis por Hachero

En la desembocadura del río Senegal los cayucos imitan a la balsa de la vergüenza, las tripulaciones parecen pirámides humanas, o esos castillos catalanes llamados 'castellers'. El río arrastra en su llegada al mar un laberinto de cayucos, desechos de difícil encuadre y magníficas aves que contribuyen con su graznidos a incrementar un caos ya de por sí notable. Cuesta trabajo encontrar el Patrimonio de la Humanidad en mitad de esta anarquía pero a poco que enfocas la vista se alza, con una dudosa majestuosidad, un puente de hierro, oficialmente el puente Faidherbe, entre nosotros: el puente Eiffel. Y digo Eiffel porque fue el propio Alexandre Gustave el que lo diseñó para, misterios de la vida, acabar salpicando el mapamundi de sus obras: he visto diseños de Eiffel hasta en Iquitos, en pleno centro amazónico del Perú. El destino final del puente fue África aunque, dicen las crónicas, el objetivo estaba más cerca de Francia: el Danubio. Lo cierto es que Saint Louis está más allá de la desembocadura, en un estrecho islote de dos kilómetros de largo, una antigua ciudad colonial fundada con el nombre del rey de Francia del momento, Luis XIV, y con el honor de ser la primera ciudad colonial fundada por europeos en el África occidental según wikipedia, no sabría yo qué decir

saint louis por hachero
El centro de Saint Louis contrasta con las caóticas calles del barrio de los pescadores...

saint louis por hachero

A Saint Louis le dicen muchas cosas, desde la Venecia africana a la capital del jazz senegalés, apelativos que durante mi estancia sólo me causaron extrañeza. Claro que no perseguía objetivos turísticos y que los vuelos de Air Europa devolviendo inmigrantes ilegales no me dejaron tiempo para mucho más... Tan sólo la casa de Hadji Diouf, el famoso futbolista de la selección senegalesa que jugaba en Inglaterra. 'Mi hijo juega en el Bolton', me dijo su madre con cierta cara de mosqueo cuando captó mi disimulo: 'sí, claro, Diouf, lo conozco', mentí piadosamente. Una casa enorme, llena de habitaciones a su vez llenas de gentes que iban y venían, una enorme pantalla de televisión en un salón, una visita que nunca supe explicar, ni explicarme, un futbolista al que nunca vi pero al que ya no puedo olvidar. Una casa que me recordó aquellas crónicas de Kapucinsky en las que la fortuna puede convertirse en pesadilla cuando los familiares, los conocidos, los familiares de los conocidos y los conocidos de los familiares se instalan en tu hogar para aprovechar tu buen momento. O, visto de otra forma, el vibrante ritmo social del África negra, acogedor, encantador y dispuesto siempre a regalarte una sonrisa. En esta página puedes seguir la vida de Saint Louis y conocer su agenda cultural y social.

saint louis por hachero

saint louis por hachero

Saint Louis tiene un pasado que enlaza directamente con la isla de Gorée, uno de los centros esclavistas más famosos de África. Construida en 1659, fue la primera ciudad francesa en África, aquí nació la Compañía Francesa de las Indias Occidentales y aquí también comenzó el negocio esclavista de los galos con las consabidos intercambios de objetos de hierro, baratijas y telas por marfil, polvo de oro, aceite de palma y, poco después, esclavos. La ciudad creció como cruce de caminos entre el África negra y Europa y apenas un siglo después ya superaba los diez mil habitantes y los británicos, ávidos cuan cucos de ocupar las tierras de sus eternos enemigos, la hacen suya temporalmente. Más tarde, en 1827, una década después de que Francia la recuperara de manos de los británicos y los náufragos de la Medusa fueran ya leyenda, el asentamiento se convierte en la capital política de Senegal.

Saint Louis por Hacherosaint louis por hachero

Sin embargo la isla de Gorée le ganó siempre en actividad esclavista y la prohibición de esta ominosa práctica en 1848 dejó a ambos enclaves sin un rumbo definido. No decayó, empero, la actividad comercial de Saint Louis, gracias a su privilegiado emplazamiento y a que París la nombró capital de sus colonias en el África occidental (lo que encuadraba no sólo Senegal sino también Mali, las Guineas y Costa de Marfil). Saint Louis entró en el siglo XX con una sonrisa tan amplia como el iceberg que hundió el Titanic y así se le debió de quedar, enorme y congelada, porque apenas unos meses entrado el siglo veinte su importancia decayó de pronto. Francia comenzó a invertir ingentes cantidades de dinero en un punto algo más al sur, situado frente a la ominosa isla de Gorée, conocido como Dakar, un sitio que albergó a partir de entonces un enorme puerto. La independencia de la colonia, en noviembre de 1958, significó el mazazo definitivo para Saint Louis: Dakar se erigía en capital del nuevo país y Saint Louis quedó sepultado en un pasado de esplendor y oprobio. El oprobio de sus tiempos de esclavista, cuando desfilaban alrededor de diez mil esclavos cada año por sus playas se contrarresta ahora con la llegada de turistas, la panacea para los locales aunque un goteo insignificante como para pensar que será la solución de la ciudad. Unos turistas que se cruzan con los jovenzuelos que sueñan con Europa y que están dispuestos a revivir los días de la balsa de la Medusa si es necesario. Antes, obligados. Ahora, de motu propio. Europa en el horizonte.

Saint Louis por Hachero

jueves, 29 de mayo de 2014

Viaje a Milán: en el mundo Ferrari del circuito de Monza

momia ferrari por Hachero

Milán es una ciudad tan dedicada a los coches de carreras que en su catedral está la momia de Ferrari. Claro que no tiene nada que ver con los fórmula 1 que compiten en la cercana ciudad de Monza sino que se trata de Andrea Carlo Ferrari, un poderoso cardenal que llegó a Arzobispo a principios del siglo XX y cuyo cadáver permanece expuesto en el Duomo para desconcierto de los que nada sabemos ni de coches ni de santos. Si estuvo relacionado con Enzo Ferrari o no, ya no importa. Su cabeza está coronada con un solideo tan rojo como los colores de la famosa escudería y sólo puedo imaginar al ya beato cardenal disputándole el volante a Fernando Alonso. Su rostro anguloso, además, invita a pensar en velocidad y la túnica blanca me recuerda al mono del asturiano.

fernando alonso por Hachero

Monza por Hachero

Claro que el entorno es lo más alejado del escandaloso ruido de un circuito de carreras y la gótica oscuridad del templo no huele a neumático quemado. Son otras las hordas que aquí se acercan, tal vez más pías, puede que no tan amantes de la velocidad, pero hordas que empalidecen cuando se encuentran en tan pequeño espacio los tres grandes reclamos de Milán: un Ferrari rojo (aunque sea en forma de cardenal), la moda y el lujo desatado (aunque sea en forma de enorme cartel en la fachada del Duomo que escandaliza incluso a las gárgolas) y el Teatro alla Scala, la mayor ópera del mundo. Y por supuesto un ferrari testarossa descapotable dando vueltas por las calles aledañas de la catedral mientras su reflejo empaña los escaparates de algunos de los comercios más caros del país.

catedral Milán por Hachero

milan por hachero
desconcertante escaparate en el centro de Milán

Aunque la fábrica de estos exclusivos coches, los Ferrari, se encuentra en Maranello, a 180 kilómetros de Milán, y el circuito donde se celebran las carreras de fórmula 1 está en Monza, a 15 kilómetros de la momia del cardenal, Milán se ha apropiado de la fama de Ferrari y no estoy seguro de que los desconcertantes inventos de Da Vinci, o su celebérrima Santa Cena, o incluso las representaciones de la Scala tengan tanto público como el estruendoso mundo del motor de alta competición. A pocos metros del Duomo se levanta el edificio de cinco plantas de la Ferrari Store, en franca competencia de público, en la cola de la Santa Cena los japoneses llevan gorras rojas con el caballito en fondo amarillo, por las calles circula otro ferrari rojo (¿será el mismo?). Los aficionados con gorritas del caballito se acumulan en las librerías de Berlusconi, se hacen fotos ante el edificio de la bolsa o llevan la camiseta de Ruud Gullit, o la de Mourinho, leyendas del Milan y del Inter respectivamente, mientras cargan bolsas del Ferrari Store. Voy a asistir a una carrera de fórmula 1, yo, que nunca he ido a una antes, a pesar de vivir tan cerca del circuito de velocidad de Jerez, yo, que para más inri no distingo entre Red Bull o Renault.

monza por hachero
monza por hachero

Aunque Monza está a quince kilómetros, como decía, la mayoría de los aficionados duermen en Milán, veo al mismo Botín descender de una furgoneta escandalosamente tatuada con el logotipo del Banco de Santander para entrar en un lujoso restaurante del centro de la villa, los hinchas vienen de China, de Rusia, del Golfo Pérsico, de España o Nueva Zelanda, la abigarrada multitud se desparrama por la ciudad, mira escaparates, se tumba en los parques y, sobre todo, gasta dinero. Mucho dinero. Milán es la capital de la región de la Lombardía, el segundo PIB de Europa (tras la L'Ille de France), un dineral del que al menos el 11% proviene del turismo, y a pesar de que son miles las cosas que ver, parece que el deporte se impone y sobre todos los deportes, la fórmula 1 alcanza el máximo. En la ciudad donde triunfaron Maldini, Svchenko, Luis Suárez o Van Basten los turistas llegan buscando algo más: el caballo negro sobre fondo amarillo que estampa los rojos bólidos patrocinados ahora por el banco de Santander. Los días de carrera Milán desborda turistas y que me haya encontrado al mismísimo Botín indica que el ambiente se acerca a su momento álgido.

monza por Hachero

Monza por Hachero

Monza por Hachero

Pero el circuito, como decía, está más lejos. En Monza. Un circuito tan mítico que apenas paga nada por celebrar estas carreras (alrededor de 10 millones de euros al año frente a verdaderas millonadas que pagan otros circuitos menos conocidos y con menos tradición). Cada entrada es un dineral, la mía 250 euros por asistir a una carrera de unas pocas horas, pero los que se parapetan tras los cristales espejo del edificio VIP pagan más de 3.000 euros (los del circuito de Abu Dabhi cuestan 4.500), a lo que hay que agregar las consumiciones, la comilona, los cascos para evitar quedarte sordo, la estancia, los pasajes y, los más ansias, las entradas para los entrenamientos (a 60 euros).

Alonso y todos los demás por Hachero

monza por hachero

Monza tiene 120.000 habitantes pero parece más pequeña, una apacible ciudad de provincias. Fue la capital de los lombardos, y de ahí le vienen todos esos palacios y casas señoriales, pero de no ser por el circuito, llamado aquí el Autodromo Nazionale Monza, el punto central del Gran Premio de Italia y centro del mundo Ferrari, Monza no pasaría de ser otra hermosa ciudad italiana con un presente tan lánguido como un pasado esplendoroso. Pero el circuito atrae a tantos turistas que se olvidan sus hitos históricos, para desgracia de la Historia.

monza por hachero
Monza por Hachero
monza por hachero

Y eso que cualquier aficionado a las carreras entra en uno de sus más gloriosos monumentos porque el circuito está construido en el parque de la Villa Real de Monza, un gran complejo arquitectónico neoclásico que fue residencia de los reyes de Italia y hasta de los del imperio austrohúngaro. Un enorme palacio con unos aún más enormes jardines al estilo inglés tras los que se esconde un todavía más enorme parque. Tan grande que el circuito está dentro y aún parece que la Villa no se haya resentido. Aquí vivió el rey Humberto I, aunque cayó muerto mientras asistía a unos espectáculos deportivos y su hijo, Victor Manuel III, le cogió manía al sitio y no quiso vivir más en un lugar que le traía tantos malos recuerdos. Poco después comenzó a construirse el Autodromo, concretamente en 1922, en aquel momento constaba tan sólo de un óvalo de diez kilómetros. A partir de ahí se trazaron distintas variaciones hasta que en 1955 la longitud quedó reducida a la actual: 5,7 kilómetros.

circuito de Monza

Palacio de Monza googleearth
En la foto de arriba se ve lo enorme del complejo de la Villa Real, con el palacio en la esquina inferior izquierda mientras que abajo ese mismo palacio se ve aumentado

Un espacio inmenso dentro del que se encuentra, como decía, el circuito con sus 5.793 metros, casi seis kilómetros, once curvas, el circuito más rápido del mundial y un lugar de records, desde la velocidad máxima de un monoplaza en un Gran Premio (el colombiano Montoya en 2005, con 372,6 Km/h) al inicio más desgraciado, cuando el piloto Materassi se salió de pista y no sólo perdió la vida sino que se llevó las de veintiseis espectadores (el récord absoluto de accidente desgraciado lo tiene Le Mans, con la muerte de ochenta y tres personas).

monza por hachero
Siéntase mecánico por un ratito
Ferrari por Hachero
O mire un rato el entorno del clásico binomio coches deportivos- mozas de buen ver

monza por hachero
O disfrute de las mieles del éxito como un Fernando Alonso 

El entorno del circuito es un circo. En aquel stand te proponen cambiar una rueda de un monoplaza, en el de más allá venden parafernalia textil, en el otro unos muchachos se agarran a una azafata de amplias curvas para una foto en una suerte de podium de pega. Los rusos se pasean con banderas rusas y por allí pasa un español con una camiseta de la Falange Española, más allá un neozelandés luce banderola austral y el césped luce moteado de grupitos que beben cerveza a cinco euros la lata. Es decir: es un espectáculo en sí mismo, lejos de las carreras y de los vehículos, el ambiente ya justifica para muchos el viaje y los días pasados en la Lombardía.

Monza por Hachero

El paso de los vehículos crea un trueno que destroza tímpanos y, sinceramente, no me entero de nada: no sé quién va primero, quién segundo, tampoco tengo mucho interés y prefiero abrevar en el bar aunque sin mucha alegría (por el precio de cada consumición). Total, como dijo aquel, esto no deja de ser una carrera de coches donde compiten muchas marcas pero al final siempre gana un tal Vettel y una tal Red Bull....

ferrari por Hachero


Para saber más de Monza y la Fórmula 1

http://lavozdetenerife.com/not/46006/monza___formula_1_en_estado_puro/

http://www.jotdown.es/2013/09/formula-1-un-negocio-en-el-que-la-banca-siempre-gana/

http://www.formulaf1.es/circuito/monza-italia/

lunes, 19 de mayo de 2014

Viaje a Gagauzia: los turcos procedentes de Bulgaria en la ex república soviética de Moldavia

Llanuras amarillas salpicadas de montículos grises sobrevolados por ruidosas bandadas de cuervos. Y nada más. Me dirijo a Comrat, capital de la Gagauzia, extraños nombres que parecen sacados de un cuento medieval, de castillos en escarpados precipicios y princesas de rubias trenzas. Nada más lejos de la realidad. A no ser que las princesas y los príncipes hayan desarrollado plumas negras y píen desesperados por estos extensos campos. De no ser por la hilera de árboles que contornea la carretera, y algún viñedo despistado allá a lo lejos, parecería que me adentro en la Nada, así, con mayúsculas. Un destartalado cartel me anuncia que no he errado el camino: Gagauziya, Komrat Dolayi. Hace tanto frío que apenas puedo empuñar la cámara de fotos porque se me hielan los dedos de las manos. El chaquetón que tanto calor me da en el sur de España parece ridículo en este erial. Acelero para llegar cuanto antes a la capital de tan desconocido país: Gagauzia.

Gagauzia por Hachero

Claro que no es un país realmente, por mucho que sus vecinos se consideren así. La Gagauzia es uno de esos charcos que dejó atrás la retirada de todo un océano: el imperio otomano. De hecho, la misma palabra, Gagauzia, proviene del turco Gok-oguz, que significa 'Cielo de los Oghuz', una tribu turca selyúcida que ocupó las extensa llanuras del este de Europa hace siglos. Un nombre que es, además, una declaración de intenciones porque los vecinos de la Gagauzia se consideran turcos y anhelan el día en el que la gran Turquía volverá con ímpetu a recuperar las tierras que pertenecieron al imperio Otomano y aunque estén ahora encuadrados en el territorio de Moldavia, una antigua república socialista soviética, ellos miran más a Estambul y a sus primos tártaros de Crimea que a la capital de este país de opereta que es Chisinau. De hecho antes que mirar a Chisinau prefieren mirar a Moscú con cierta nostalgia de los tiempos de la Unión Soviética.
Gagauzia por Hachero
Cartel del panturquismo a la entrada de Comrat, la capital de la Gagauzia

Porque los gagauzios son étnicamente turcos pero provienen de Bulgaria y en lugar de musulmanes son fervientes cristianos ortodoxos desde que los rusos les permitieron, allá por el siglo XVIII, asentarse en estas desabridas tierras (de las que echaron, por cierto, a los Nogai, otro pueblo turco que se mezcló con los mongoles y terminó por instalarse en la república rusa del Daguestán, en pleno Cáucaso). Todo un lío que gente como yo, proveniente de un país más o menos uniforme en eso de las razas, no acaba de comprender muy bien. El caso es que los gagauzios dicen provenir de los seguidores del Sultan Izzeddin Keykavus II, un potentado de la Anatolia que se instaló en la región en el siglo XIII después de haber peregrinado por los Balcanes. Las guerras rusas del siglo XVIII terminaron por desplazarlos a estos campos surcados por cuervos con la obligación, eso sí, de convertirse en masa al cristianismo ortodoxo. Y así fue. Pocos pueblos cristianos he visto cumplir tan a rajatabla sus obligaciones rituales, las abuelas se persignan como atacadas por ejércitos de chinches, los sacerdotes ortodoxos parecen bailar mientras murmuran sus oraciones, en las iglesias se acumulan comidas y regalos de lo más peregrino. ¡Y pensar que son turcos!

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero
Turcos, sí, pero turcos búlgaros. Así se consideran, dicen, y así quieren que se les reconozca. Soñadores, dicen, de la Gran Turquía, y para reafirmarlo un gran cartel me recibe a la entrada de Comrat: un cartel que colorea los territorios de la región habitados por turcos, desde la propia Turquía a Azerbaiyan o Turkmenistan (y podía seguir más allá con los uzbekos, kazajos, yakutos o incluso los uigures de la China). Comrat no es precisamente bonito. Las calles me parecen anchísimas, el tráfico es casi inexistente, los campesinos llevan tanta ropa que me quedo hipnotizado con la acumulación de capas textiles y el único restaurante que encuentro está bajo tierra y sólo se accede bajando una pronunciada escalera. Es la capital pero parece una aldea perdida de provincias y me asombra aún más que consideren viable todo un país con menos habitantes que Jerez de la Frontera y sin muchos más recursos que unos cuervos y algunas vides.

Gagauzia por Hachero
Así es Comrat, la capital de Gagauzia

Y sin embargo, ya fue independiente una vez. En 1906 un grupo de campesinos asaltó el edificio del poder y declaró una independencia que sólo les duró seis días (la República de Comrat), un espejismo porque los gagauzios siempre han estado dentro de otro país: hasta 1917 pertenecieron al imperio ruso, desde entonces y hasta 1944 fueron rumanos, y de ahí hasta 1991 fueron parte de la URSS para terminar ahora como parte de Moldavia. Yo no acabo de verlos ni como turcos ni como rusos aunque si debo inclinarme por alguno lo haría por estos últimos. En este blog puedes ver cómo es la vida en este curioso lugar: http://dispatchgagauzia.wordpress.com

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero
Tras la caída de la URSS los vecinos de Comrat se declararon nuevamente como república autónoma en el verano de 1990 pero el recién constituido gobierno de Moldavia anuló la declaración por inconstitucional y los gagauzios se vieron, otra vez, con un palmo de narices. Los gagauzios apoyaron el golpe de estado de 1991 en Moscú  y volvieron a declarar la independencia, que dio pie además al Transniester a declarar la suya, pero entonces el gobierno de Moldavia, que entonces era una República Socialista Soviética, cortó los lazos con Moscú y los gagauzios se echaron atrás. Después de unos años de tira y afloja, el gobierno de Chisinau reconoció la autonomía de Gagauzia el 23 de diciembre de 1994, una fecha que aquí se celebra como el día de la Independencia. El parlamento de Chisinau acordó entonces que en el caso de que Moldavia decidiera unirse a otro país (Rumanía en concreto porque las poblaciones son las mismas) los estados federales de la nación, Gagauzia por ejemplo, podrían independizarse o unirse a quien quisieran.

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Por una calle de Comrat avanza un cortejo fúnebre. El occiso está en un ataúd subido sobre la caja descubierta de un camión. Puedo verle la nariz y parte de la papada. La multitud avanza parsimoniosa a través del frío glacial que azota la ciudad. Sigo a la comitiva y entro una iglesia un tanto kitch donde aguardan tres sacerdotes ortodoxos. Cuelgo la cámara con respeto pero uno de los popes me anima a hacer fotos. Tímidamente tiro la primera pero compruebo que no existo para los presentes y pronto me embalo. A nadie parece importarle que un extranjero haga fotos en un funeral. Colocan el féretro a los pies del altar y alguien coloca una botella de una bebida de cola presidiendo el rito. Una señora clava, literalmente, una larga y fina vela entre los dedos del difunto, un difunto que apenas cabe en la caja, rodeado de todo tipo de flores, objetos que no acabo de discernir, velas y cojincitos. A mi alrededor se repiten, como sacudidas, las persignaciones, las cruces ortodoxas, el recargado barroco de las iglesias cristianas del este.

Gagauzia por Hachero

Porque, como decía, los gagauzios son turcos pero desde que abrazaron la ortodoxia de los santos Cirilo y Metodio parecen más cristianos que nadie. En otra iglesia se reúnen decenas de abuelas, traen comida, llenan una gran mesa con lo que parece un banquete, de sus miradas se desprende necesidad y vidas tan largas como duras, pero ahí están, hincadas de rodillas, inclinándose como orates, tumbadas en el suelo mientras la imaginería religiosa parece observarlas vigilante desde todos los puntos del templo. El idioma, recuerden: el turco, tiene una interesante variación de la lengua madre: las palabras religiosas de los ritos cristianos rusos ocupan el lugar que en Turquía tienen las palabras religiosas del árabe, así que olviden eso del Allah u Akbar o el clásico Inshallah mirando al cielo...

Gagauzia por Hachero

El siguiente hito de la historia de la Gagauzia ocurrió el 2 d octubre de 2014, cuando celebraron un referéndum que Chisinau, la capital de Moldavia, calificó de ilegal pero que dejó claro que a los gagauzios les tira más Rusia que la Unión Europea y que en el caso de que Moldavia pretenda unirse a la Europa de los veinticinco ellos se independizarían para seguir manteniendo los lazos con Moscú. Paseo por un cementerio a las afueras de Comrat y descubro tumbas soviéticas, tumbas en cirílico, tumbas que esconden a un atleta olímpico, con su antorcha grabada y todo, tumbas y más tumbas.

Gagauzia por Hachero

Gagauzia por Hachero

Nada nuevo porque se aferran a los acuerdos de 1994 para exigir su capacidad de elección aunque en Chisinau lo ven diferente porque nadie ha solicitado unirse a ninguna parte. Un referéndum del que no se sabe mucho más que su coincidencia con disturbios en Ucrania precisamente por algo similar pero que parece haber partido de un grupo de oligarcas gagauzios de origen ruso: http://euobserver.com/opinion/123000. No puedo terminar de imaginar este lugar como país independiente, pero no sería el primero en Moldavia (este minúsculo país ya alberga otro, la república del Transniéster) ni en la zona (Abjasia, Osetia del Sur y el Nagorno Karabagh son otros, algo más al sur, en el Cáucaso). Curiosamente todos ellos han contado con presencia, o ayuda, de Moscú para erigirse como estados independientes, a pesar de que apenas nadie los reconoce (al Nagorno sólo lo reconoce Armenia, a Abjasia Venezuela, Nicaragua y Rusia, y al Transniester y Osetia del Sur nadie se atreve a darles ni los buenos días, ni Rusia, a pesar de que de facto con los rusos los que los controlan). Por supuesto obvia decir que entre ellos, todos se reconocen...

Gagauzia por Hachero


Vuelvo a Chisinau por la carretera nacional que une este intento de país con el otro que lo ha logrado. Una bandada de cuervos surge como por ensalmo tras de unas instalaciones industriales que parecen haber sido abandonadas siglos atrás. ¿Serán los mismos cuervos que me recibieron? En todo caso Moldavia es un excelente lugar para probar vinos tintos, Pino Noir sobre todo, y me concentro en la botella que me aguarda en Chisinau. Espero que al regresar no estén los dos perros congelados que murieron a las puertas de mi edificio de apartamentos y que pasan los días allí como un monumento al frío sin que nadie los retire. Pero no, ahí siguen, y para que la escena no disminuya el surrealismo, un zíngaro hace bailar a un oso que lleva encadenado por el hocico... Moldavia no deja de ser otro mundo, a pesar de estar tan cerca...

Gagauzia por Hachero

La Gagauzia, por si fuera poco, no ocupa un solo territorio sino varios, inconexos entre sí. Son 170.000 habitantes ocupando 1.832 kilómetros cuadrados, con tres ciudades principales (Comrat, Ceadar-Linga y Vulcanesti) y veintisiete aldeas, separadas por bolsas de población moldava de origen búlgaro que alejan Vulcanesti de Ceadar-Linga. Gagauzia tiene una asamblea con un presidente y gobernador, que además tiene silla en el parlamento moldavo. Con ser pocos, los gagauzios se han expandido a lo largo de la historia y hoy podemos encontrarlos fuera de sus ansiadas fronteras: 20.000 viven en Bulgaria y en Grecia, y 32000 más en Ucrania, sin contar otro par de decenas de miles que vive en el resto de Moldavia. Un país de opereta, me digo mientras trato de encontrar algo que responda a mi imaginario de capital de un país. Y eso que tienen su propia bandera, su propia policía, varios periódicos en gagauzio y hasta una universidad.

Gagauzia por Hachero

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